Responsables
El Gobierno es errático y débil, pero son también responsables quienes desde otros poderes del Estado y desde el mundo empresarial miran para otro lado. La supervivencia política de Sánchez es un mal para la nación.
Publicado en El Debate (28/MAY/2024), y posteriormente en El Mentidero de la Villa de Madrid (30/MAY/2024). Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.
Vivimos vísperas de elecciones europeas de ámbito similar a unas generales. Acaso por ello ciertos partidos están haciendo algunas sobreactuaciones. Las más visibles son las de Vox y PSOE. Vox porque atacando constantemente al PP, incluso con falsedades y omisiones propias notorias, cree que se le sumarán parte de sus votos. PSOE, a veces con no menos falsedades y omisiones propias, trata de que no se sumen a la derecha votantes socialistas escarmentados; el caladero de votos del PSOE está en Sumar y en Podemos.
Más allá de la actualidad que supone la campaña, hay un tema de mantenida controversia: la duración del hospedaje de Sánchez en Moncloa. Es de justicia reconocerle habilidad política y tesón. La habilidad para la supervivencia, como reconocieron Castelar y Cánovas, es una virtud política, pero el presidente republicano que facilitó la entrada de Pavía en el Congreso y el padre de la restauración monárquica tenían como límite el bien de la Nación. Sánchez no se ha detenido ante tal nimiedad.
El gran problema es que Sánchez sólo cree en él y suma conflictos internacionales y desaciertos nacionales como si no afectasen a los españoles que es para quienes gobierna. Lo cierto es que su debilidad le impide gobernar y va dando tumbos. No presentando Presupuestos, retirando leyes y, como máscara, abriendo a España un rechazo de repercusión europea y en buena medida internacional, creyendo que los líos desvían la atención sobre su debilidad, la corrupción y su mujer, entre otros asuntos.
Buena parte del pueblo soberano culpa a Sánchez de la grave situación que atravesamos. En lo económico, en lo institucional, en la crisis de valores y en la apuesta por mantener abiertas divisiones y enfrentamientos entre españoles. Es el creador de un muro entre los suyos y los demás, y cree que le conviene ese guerracivilismo resucitado. Es una herencia de Zapatero, pero tras ese invento perdió las elecciones. Sánchez, que padece con más fuerza que sus antecesores el síndrome de Moncloa, no puede salir a la calle sin que le abucheen.
Ahora empiezan a ser también abucheados sus ministros, como la decepcionante Margarita Robles en la celebración de las Fuerzas Armadas, y eso que todavía no había dicho esa parida del genocidio en Gaza, dando por buenas cifras de Hamás que ya fueron desmentidas por organismos internacionales. Las cifras que nadie discute son las de víctimas del atentado de Hamás el 7 de octubre: 1.400 asesinados, hombres mujeres y niños, en sus casas o en un festival de música, más de 3.000 heridos, y 239 secuestrados. Ahí empezó todo. A ver si se enteran Yoli y su panda.
Pero Sánchez no es el único responsable. Ha conseguido millones de cómplices en sus votantes; es una responsabilidad compartida. Son también responsables directos quienes han hecho posible esa supervivencia desde el mercadeo de apoyos parlamentarios. Su punto de mira no ha sido el bien de la nación sino su ombligo. Pienso, sobre todo, en el PNV, en Bildu, en ERC, en Junts, y a veces en CC. Más de una vez quienes le criticaron y luego le votaron, o no, pudieron enviar a Sánchez a su casa, pero no lo hicieron. Lo que ganan en cada subasta de votos parece que les compensa aunque perjudique a España, cuestión sin importancia para ellos ni para Sánchez.
Son también responsables los diputados del PSOE. No rechistan, están pegados al sueldo en unas listas que hizo el propio Sánchez y no los barones regionales. Ni siquiera harían caso a Page si alguna vez dejase de dar al jefe pellizcos de monja y se fajase como muchos le piden. Si una pequeña parte de los diputados socialistas se hubiesen atrevido hace ya tiempo que habría otro socialista en Moncloa. Se han enrocado hacia la nada.
Son también responsables, en una u otra medida, quienes, desde ámbitos varios, defienden lo indefendible y tuercen la verdad. Están, obviamente, en su derecho, pero no es de recibo apoyar en su día machaconamente que el presidente decía la verdad cuando negaba la crisis, que quienes denunciaban lo que se nos venía encima eran «antipatriotas», y mantener la cantinela de que la oposición no arrima el hombro, olvidando los cientos de propuestas parlamentarias presentadas –y tumbadas por la aritmética variable socialista–, y no incidir al tiempo en la proclividad de Sánchez a gobernar por decreto y al uso reiterado del veto a iniciativas parlamentarias de la oposición, sin precedentes en gobiernos anteriores. Y lo más chusco: entre insulto e insulto acusar a la oposición de no apoyar al Gobierno cuando se queda solo.
Estamos viviendo en el país de nunca jamás. Aceptamos con normalidad situaciones que no son democráticamente normales. El sectarismo condiciona y manipula la realidad. El Gobierno es errático y débil, pero son también responsables quienes desde otros poderes del Estado y desde el mundo empresarial miran para otro lado. La supervivencia política de Sánchez es un mal para la nación, pero el responsable no es sólo él ni los suyos. Lo son también quienes han mantenido su respiración artificial. Recientemente hablé con un relevante socialista y se dolía de que Sánchez «va a dejar al PSOE inhabilitado para gobernar durante decenios, a los sindicatos desprestigiados y a la división de poderes maltrecha porque sólo le preocupa ganar tiempo en Moncloa».
Y somos responsables todos, por inacción o silencio cómplice. Hay que salir a las calles en masa. Y acudir a las urnas. Debemos reaccionar porque España atraviesa su momento más delicado. Su ser o no ser. Mientras nos dejen. El espejo de Sánchez es la Venezuela de Maduro.
Cuando sea inocultable que Sánchez es un cadáver político insepulto, los corresponsables del desastre se darán de bruces con la realidad de las urnas. A Lincoln se le atribuye: «Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo y a algunos todo el tiempo pero no a todo el mundo todo el tiempo». Pues eso. Las victorias tienen muchos padres y las derrotas ninguno.