Sobre timos y mitos en Cataluña
El afán de los independentistas por reescribir la Historia supone un timo ya que transforma a un patriota español en mito del independentismo catalán.
Publicado en El Debate (16/ENE/2024), y posteriormente en El mentidero de la Villa de Madrid (18/ENE/2024). Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.
Siempre hay motivos para escribir sobre los timos en la ficción histórica que insistentemente nos llega desde Cataluña y que se traga sin rechistar el Gobierno de Sánchez. También se producen anécdotas que vitalizan esa ficción. Rufián es un tipo consecuente con su apellido y seguramente está de los nervios porque los de Junts le comen la merienda a ERC. Puigdemont mueve el árbol para los suyos y ERC aparece cada vez más como un actor secundario. Otra prueba más de que mienten Sánchez y sus palmeros cada vez que hablan de Gobierno progresista.
La reciente memez de Rufián desde la tribuna parlamentaria fue asegurar que está orgulloso de sus abuelos que llegaron a Cataluña desde Jaén y Granada «huyendo de los señoritos» cuyos descendientes, según él, votan a la derecha. Una ofensa innecesaria, intelectualmente pobretona y socialmente falsa. El que lleva años siendo señorito en Madrid, y con gustos y gastos de tal, es Rufián, que hace varias legislaturas anunció que se iría del Congreso pero ahí está. He escrito alguna vez sobre los desmadres en la tribuna parlamentaria y la necesidad de atar lo que se dice para no quedar como alguien malinformado.
Resulta que Juan Manuel Moreno, presidente de esa Andalucía de supuestos señoritos que Rufián desprecia, nació en Barcelona donde trabajaban sus padres procedentes de Alhaurín el Grande, Málaga. No eran señoritos. A uno, en su confesada nula simpatía por Rufián, faltón, dimensionado en demasía por sí mismo, gallito de verbena, le sorprende la poca calidad de tantas intervenciones parlamentarias, suyas y de otros, que no pasan del insulto personal y de la gracieta. Cuando seguí hace tantos años los debates mayores en la Cámara no había tipos así. Era otra altura.
Dándole vueltas a las palabras de Rufián he encontrado algunos señoritos, o que podrían encajar en esa adscripción suya. Por ejemplo, su compañero de partido y presidente de la Generalidad Pere Aragonès García. Fue el inventor de aquella célebre acusación «España nos roba». Es nieto de José Aragonés Montsant, un personaje enriquecido en el franquismo, con muy buenos contactos entonces, terrateniente, gran empresario hotelero, alcalde y jefe local del Movimiento de su pueblo, Pineda del Mar, que luego se contó entre los fundadores de AP en Cataluña. Muerto el abuelo en 1992, el padre del presidente heredó los negocios familiares, una decena de hoteles. Se puso políticamente al día y fue concejal de Pineda, pero ya por CiU. La familia se benefició de la mal llamada amnistía fiscal de Montoro, trasladando varias empresas a España desde el paraíso fiscal de Curazao. El presidente Aragonès García reside en una finca de varias hectáreas conocida por los lugareños como Falcon Crest, en una casa de 500 metros cuadrados. ¿Qué opinará Rufián?
Otro ejemplo de ficción a lo grande, corresponde a un presidente de ERC y vicepresidente de la Generalidad –seguimos en el partido de Rufián– Josep Lluís Carod Rovira. Este político y lingüista catalán, ya retirado, nació como José Luis Pérez Díez, y su hermano Apel·les Carod Rovira, fue antes Juan de Dios Pérez Díez, pero en su nombramiento como embajador de Cataluña en París aparece, claro, la versión inventada. Ambos eran hijos del cabo de Carabineros José Luis Pérez Almecija que en 1940 ingresó en la Guardia Civil al desaparecer el Cuerpo de Carabineros. Al final de la guerra civil Pérez Almecija se movió para conseguir media docena de avales que testificaban su adhesión al alzamiento del 18 de julio. El que sería Josep Lluís Carod Rovira vivió su infancia en el ambiente españolista de una casa-cuartel de la Benemérita, y de muchacho ingresó en el seminario de Tarragona. No es una ficción histórica sino personal. ¿Qué opinará Rufián?
El primer político catalán empingorotado que en nuestra democracia proclamó que Cataluña había «dejado de ser un Estado en 1714» fue Carod Rovira y el último Aragonès García. Un vicepresidente y un presidente de la Generalidad. Gran falsedad. Cataluña no pudo dejar de ser un Estado en 1714 porque nunca lo fue. En 1714 un bando ganó a otro en una guerra de sucesión, no de secesión, entre dos pretendientes al trono español. Pero en aquella toma de Barcelona, el 11 de septiembre, sin pretendiente a quien defender porque el archiduque ya había renunciado y era el emperador Carlos de Habsburgo, los barceloneses lucharon sólo por su empecinamiento y, al final, por nada.
Alguna vez recordé el último Bando de Rafael Casanova, que los independentistas no reproducen. En él se dice que «atendiendo la deplorable infelicidad de esta ciudad en la que hoy reside la libertad de todo el Principado y de toda España» confiaba en que los barceloneses «como verdaderos hijos de la Patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey (el archiduque Carlos, que ya había renunciado), por su honor, por la Patria y por la libertad de España». Casanova fue perdonado por Felipe V y murió a los 83 años en su ciudad natal Sant Boi de Llobregat. El afán de los independentistas por reescribir la Historia supone un timo ya que transforma a un patriota español en mito del independentismo catalán. Y cada 11 de septiembre le ofrecen coronas florales.
Fernando el Católico aseguró a Francesco Guicciardini, el joven y hábil embajador florentino, que lo recoge en su Relazione di Spagna, que «la Nación sólo puede hacer grandes cosas si se mantiene unida y en orden». Es preocupante que, siglos después, por gobiernos débiles, ambiciones políticas personales, traiciones territoriales y desidia social generalizada no sepamos mantener la fórmula que para hacer grades cosas tenía tan clara el Rey Fernando.