Toque a rebato

Se hace necesario sopesar bien todas las alternativas y no confundirnos de enemigo, y que España se convierta en un clamor...

Publicado en el núm. 152 de Cuadernos de Encuentro, de primavera de 2023.
Editado por el Club de Opinión Encuentros. Ver portada de Cuadernos en La Razón de la Proa.

Toque a rebato

Antiguamente, en los países europeos y especialmente en sus pueblos pequeños y no tan pequeños, el tañido de sus campanas, eran no solo un sistema insustituible de llamar a los fieles a los oficios religiosos, sino también una forma permanente de comunicación entre todos sus vecinos. Y con sus volteos sabiamente utilizados por expertos campaneros, hoy en extinción, lo mismo anunciaban festejos que desastres.

Y oyéndolas, se sabía perfectamente por sus diferentes sonidos, y como si sus badajos tuvieran voz propia, lo que se quería transmitir. Si sus notas eran lentas, acompasadas y como tristes y doloridas, significaban que estaban doblando por algún fallecimiento o funeral. Si por el contrario repicaban alegres, era que estaban festejando una boda, y si lo hacían ya con un múltiple y gozoso campaneo, unas veces era para anunciar en la noche del 24 de Diciembre la buena nueva del nacimiento del Niño Dios, y si era en Semana Santa, tras los días de Pasión, la gloria de la Resurrección. Pero también si en un momento sonaran fuera de lo normal, intempestivo, y su sonar era precipitado y exigente, significaba que tocaban a rebato anunciando algún desastre inmediato, como un incendio o una inundación y si era en tiempos de guerra, que se acercaba el enemigo.

¿Y a qué viene todo esto de las campanas? Pues a que al querer referirme a la situación de España en estos momentos, me han venido a la memoria un par de hechos antiguos que por sus muchas semejanzas, avalan lo que quiero exponer a continuación.

Yo no sé si en el 1808 sonarían o no las campanas a rebato en Móstoles y pueblos aledaños. Al menos no lo he leído en  ningún sitio, pero los bandos o proclamas atribuidas según las crónicas de la época a Andrés Torrejón y a otros alcaldes cercanos, debieron resonar de forma parecida, con aquel imperioso llamamiento que nos ha llegado, que más o menos discutido decía: ¡Españoles, la Patria está en peligro, acudid a salvarla!, que movilizó a una gran parte de españoles de todas las regiones que no lo dudaron, y acudieron a ese llamamiento. Porque en aquel momento crucial no quisieron enredarse en disquisiciones políticas, ni en preguntarse si sus reyes eran o no felones y traidores. Se lanzaron a la lucha arriesgando sus vidas y haciendas, pensando solo, en que un ejército extranjero nos había invadido, que en Madrid había matado a sus conciudadanos en lucha desigual o fusilados sin contemplaciones al amanecer, estaban violando a sus mujeres y profanando y saqueando sus templos.

Y vencieron, y expulsaron de nuestra patria al ejército más poderoso de Europa.

Después, los historiadores han hecho sus análisis controvertidos de todo aquello en lo que naturalmente no voy a entrar. Lo cito solo como ejemplo, de cómo aquellos españoles, en aquella dramática situación acertados o equivocados en lo político, antepusieron a otras consideraciones lo que les pareció más importante y fue su principal objetivo: echar a los franceses, incluso desoyendo las voces de aquellos otros, los más ilustrados, que lejos de solidarizarse con ellos en aquella lucha, dubitativos, aconsejaban inhibirse e incluso contemporizar con el invasor.

También me quiero referir a otro hecho más reciente y que ya he recordado varias veces en estas páginas y en otros sitios, y que lo hago otra vez ahora, porque me parece que es conveniente insistir y ponerlo como ejemplo, para amparar mi opinión. Ya sé que me pueden decir, y ya lo han hecho en otras ocasiones, que eran otros tiempos y otras circunstancias, pero que si en lo primero tienen razón, en lo segundo no tanto por desgracia, y a mi modesto criterio, creo que cada vez se van pareciendo más a las de ahora.

No hay que olvidar aquello de que «el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra», o lo de que «los pueblos que olvidan su historia están condenaos a repetirla» ya que da la sensación de que los negros nubarrones que se ciernen sobre nosotros, anuncian posibles tormentas de preocupantes recuerdos

Me refiero a lo ocurrido en los años treinta del siglo pasado y que presentan si no iguales aspectos o apariencias, sí produciendo las mismas consecuencias. Hechos que no ocurrieron por casualidad, porque venían siendo latentes y con una raíces profundas que aparecen ya, inequívocamente, en los finales de siglo anterior.

Porque, ¿es que nadie se acuerda ya de lo que decía entonces en su catecismo laico, el fanático iluminado Prat de la Riba en su odio a España?:

–¿Cuál es la patria de los catalanes: Cataluña
–¿No es España su patria? –No. No es más que el Estado, agrupación política a la que pertenece.
–¿Cuál es el enemigo de Cataluña que desnaturaliza su carácter? –El Estado español. España no es nuestra patria. Es una unidad artificial que se hace o se deshace a voluntad de los hombres...

¿O las actitudes y declaraciones de los obispos de Vich y Solsona de entonces, como más tarde lo harían Torres y Bagues?

En, 1925 durante la dictadura de Primo de Rivera ya hubo un duro enfrentamiento entre el gobierno y el cardenal arzobispo de Barcelona Vidal y Barraquer por su decisión de que el catalán fuera obligatorio en las iglesias y en la enseñanza. Decisión que fue apoyada unánimemente por la conferencia de obispos catalanes.

Tampoco podemos olvidar que el 14 de Abril de1931, Company declarara la República, y horas más tarde Maciás, por si hubiera duda, la República catalana. Ni que aprovechando la Revolución de Octubre se declara, no la independencia, pero sí la Republica de Cataluña dentro del Estado español. Una artimaña parecida a la de ahora.

Ni la conocida y rocambolesca insurrección que no es apoyada como pretendían sus instigadores por los campesinos, los famosos rabasaires con sus hoces, ni tampoco por los barceloneses que se quedaron en sus casas, y que al general Batet le bastaron unos cuantos soldados y unos cañonazos para desmontarla, deteniendo a Company y a algunos de sus seguidores. Operación que termina condenándoles a treinta años de prisión pero que con un rápido indulto se queda en unos cuantos meses. ¿A que nos suena a conocido y que no es tan descabellado el comparar todo esto con lo que está sucediendo ahora en España?

Todo esto demuestra que no solo la Historia se repite, sino que también se programa para que así sea, pero hábilmente, de forma diferente y por medios en unos casos más sofisticados y en otros más escandalosos, sin violencia, pero igual de letales.

Me permito poner un ejemplo:

Imaginemos que en una ciudad existe un edificio de importante valor artístico o histórico, o tal vez alguna catedral o monasterio de la que están orgullosos sus habitantes, mostrando al mundo el tesoro de tal o cual sillería de su coro o un artesonado de valor incalculable. Pues estos, pueden desaparecer de tres maneras: O como consecuencia de un bombardeo en tiempos de guerra, en un voraz incendio, intencionado como fortuito como el reciente ocurrido en la Notre-Dame de París, o por una plaga silenciosa pero igual de letal de termitas, que los conviertan irreversiblemente en polvo y serrín.

Y esa es la forma en la que vemos se están produciendo los acontecimientos en España.

Aunque parezca que vivimos en una etapa aparentemente tranquila y democrática, porque se celebran elecciones que transcurren sin incidentes, o no hay quemas de iglesias (aunque algunos gritos de manifestantes, ya las añoran), ni amanecen las cunetas o las tapias de los cementerios con los cuerpos de los asesinados la noche anterior. La ETA ya no mata y Cataluña y el País Vasco aún no se han independizado como ocurría en las fechas de aquellos años treinta, el nuevo Frente Popular de marxistas y separatistas se estén haciendo con el poder, con todo el poder, para implantar un sistema tipo Venezuela o Cuba.

Y no les hace falta hacerlo con violencia. Les basta con el Boletín Oficial del Estado y la pasividad o indiferencia de una gran mayoría de españoles incapaces de frenar la voracidad del gobierno para hacerse con los resortes fundamentales del nuestro país.

Pero volvamos a lo anterior. El 18 de Julio de 1936, fecha maldita, prohibida y en muchos casos simplemente ignorada, se escuchó también por nuera geografía un toque de campanas o más bien de cornetas tocando a rebato. Y una reacción violenta como también violenta estaba la situación y la provocación del Frente Popular de aquella ápoca, levantó a media España contra la otra media. Y los sublevados no hicieron remilgos ni les frenaron sus diferencias ideológicas o partidistas, que eran muchas e importantes tanto políticas como sociales.

Militares de diferentes ideas e incluso de militancias, falangistas, monárquicos partidarios de ramas distintas, borbónicas o carlistas, militantes de grupos o partidos católicos, etc., decidieron unirse y las aparcaron para conseguir un objetivo común: que España no terminara siendo un país satélite más de la Rusia comunista.

Y también ganaron. Lo que ha ido ocurriendo después también sería objeto de otro diferente análisis, como lo del 2 de Mayo y fuera de la intención de este artículo. Y como naturalmente lo es también el que yo pudiera parecer partidario o que desee, una nueva solución así. Dios nos libre de vivir otra desgarradora guerra como aquella y se volviera a derramar sangre española en discordias civiles.

No, esta situación actual debemos solucionarla los españoles no con las armas, sino con las urnas. Pero con el mismo objetivo: el de que el actual gobierno, no pueda revalidar su estancia en el poder y termine por conseguir sus objetivos de destrucción de los valores que vienen cimentando a lo largo de los siglos nuestra historia y nuestra cultura.

Se hace necesario sopesar bien todas las alternativas y no confundirnos de enemigo, y que España se convierta en un clamor para conseguir el que los partidos en liza que pueden evitarlo no se distraigan en rencillas menores y tengan la altura de miras y la generosidad suficiente para aparcar también sus diferencias. Incuso egoístamente por su propia existencial y que los votantes, aunque muchos no sientan ningún entusiasmo por ellos, se sientan indecisos, o renuentes, porque no encuentras el partido ideal al que ellos quisieran votar, tal vez sin preguntarse de quien es la culpa de no haber querido, sabido o podido hacerlo en su momento lo hagan en conciencia pensando qué sería lo mejor para España.

Si no lo hacemos así todos y propiciemos otros años de desgobierno como éste, seremos muchos los que no se lo perdonaremos.




La Razón de la Proa (LRP) no se hace responsable de las opiniones publicadas, son los autores firmantes los únicos que deben responder de las mismas. LRP tampoco tiene por qué compartir en su totalidad el criterio de los colaboradores. Todos los artículos publicados en LRP se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.
Recibir el boletín de LRP