Fechas vinculadas y vinculantes
Publicado en el número 302 de 'Desde la Puerta del Sol', 5 de mayo de 2020.
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Fechas vinculadas y vinculantes
Con este confinamiento primaveral, van pasando las semanas y los meses en dura y terca monotonía; se suspenden o aplazan sine die actividades, tradiciones populares y festejos uno tras otro, a la espera de que escampe el temporal del maldito virus, y, así, por ejemplo, las sevillanas se bailan en un semeje de feria balconera y, poco antes, los catalanes hemos tenido que regalar a novias y esposas rosas caseras de papel en medio de un Sant Jordi casi desapercibido.
Las celebraciones han dimitido en favor de la salud pública y en función del estado de alarma; y, en este momento, les va a ocurrir otro tanto a las efemérides del 1 y el 2 de mayo, evocadoras, respectivamente, del Día del Trabajo y de la conmemoración del alzamiento madrileño por la independencia española.
Una y otra, bien es verdad, ya habían quedado reducidas a lo puramente oficial o anecdótico: la primera, en las manifestaciones de las centrales sindicales, con reiteración de tópicos en los discursos de sus líderes y un mayor o menos tono agresivo según estuvieran gobernando derechas o izquierdas; la segunda, en un recuerdo municipal de la gesta de Daoíz, Velarde y Ruiz cerrado al localismo madrileño, sin repercusión alguna en el resto de Comunidades ni, por supuesto, en la Enseñanza. Lástima.
Alguien dirá que estas líneas están basadas en la nostalgia o en el ensueño, no solo por reivindicar las dos celebraciones, sino por vincularlas entre sí, atendiendo a un significado distinto y profundo;...
Me adelanto a la objeción del lector incrédulo, que pensará que aprovecho que el Pisuerga pasa por Valladolid, para lanzar mi intención: como en tantas otras cosas que tienen que ver con la historia, mi apuesta va más incardinada al presente y no anclada en el ayer.
Empecemos por aclarar que el 1º de mayo no es ni mucho menos una fiesta comunista o socialista en su origen, aunque sí en su posterior utilización, por mucho que la Iglesia la sacralizara con San José Obrero y Franco presidiera aquellas gigantescas exhibiciones en Chamartín; la fecha tenía un evidente carácter sindicalista, y punto.
Fue concretamente en 1866 cuando, en Chicago, fueron ejecutados los obreros que habían sostenido las protestas en reivindicación de la jornada de ocho horas; naturalmente, el capitalismo norteamericano no podía tolerar semejante reclamación, que atentaba contra sus más sagrados principios; los mártires de Chicago quedaron de este modo en el imaginario sindicalista como hito imborrable.
Puntualicemos también algo con respecto al 2 de mayo: aquella sublevación contra los franceses no contaba ni con la anuencia o patrocinio de lo que sería la casta de entonces ni con dirección oficial alguna; se trató de una de tantas ocasiones de nuestro pasado en que la iniciativa popular suplió la falta de minorías selectas; la población explosionó sin tener en cuenta las consecuencias y aun con las causas muy borrosas, pues el grito de ¡Que se los llevan! de la mujer de la Puerta del Sol no se correspondía con la realidad de la aquiescencia ante Napoleón de los dos ridículos monarcas en litigio constante entre sí.
Previamente al 2 de mayo de la capital, un líder popular, alcalde Móstoles, había declarado la guerra por su cuenta y, con posterioridad, el día de la Ascensión de 1809, Barcelona intentó también la sublevación contra el invasor, con su cortejo de mártires correspondiente, historia que seguro que desconocen los actuales separatistas, herederos de los afrancesados.
Pero, a lo que iba: si la primera fecha tiene su origen y motivo en las protestas obreras en busca de una justicia social, la segunda recuerda ese valor tan devaluado hoy que es el patriotismo.
Y, para un servidor, ambas razones son inseparables, por aquello de ni patria sin pan, ni hartura sin patria, que dijo José Antonio en el siglo XX, que perseguía como fin último la armonización del hombre con su contorno, es decir, asegurar las condiciones de una vida digna, tanto en lo material como en lo cultural, por una parte, y, por la otra que España fuera ese proyecto sugestivo de convivencia y proyección universal, sin mediatizaciones de fuera o de dentro; creo que lo resumió muy bien el nietzscheano Ledesma Ramos con su lema patria, pan y justicia.
A la altura de nuestro tiempo, no se trata de aquellas reivindicaciones elementales frente al primer capitalismo; fueron conseguidas a base de lucha y posteriormente reconocidas por estadistas clarividentes, antes incluso de la invención del Estado del Bienestar; pero sí de atender a las exigencias de las sociedades actuales que deben caminar hacia nuevas estructuras y relaciones socioeconómicas de base más justa y equitativa;...
Acaso este camino no suene extraño ante una situación como la presente, con la proletarización de las clases medias, el desvío de la financiación hacia actividades especulativas y no productivas, el paro, el aumento de la brecha social y la situación de precariedad de muchas familias españolas, por no hablar del desastre económico que se nos viene encima tras el confinamiento.
Tampoco se trata, con respecto a la segunda fecha, de resucitar viejos enconos históricos entre naciones ni de reclamar la existencia férrea de añejas fronteras; venturosamente, los pueblos europeos conviven en paz entre ellos y caminan –a pesar, muchas veces, de la UE oficial– hacia su integración en una misma unidad de destino en lo universal.
Yo traduciría aquella explosión de independencia de la conmemoración del 2 de mayo de 1808 con una rebelión actualísima por la independencia del pensamiento y del espíritu. No son las bayonetas napoleónicas quienes ahora nos las arrebatan, sino las ingenierías sociales de la manipulación que nos someten a todos los europeos a los dictados inapelables del Pensamiento Único y sus ideologías, más férreas que las bonapartistas de hace dos siglos.
Dos fechas, pues, de evocación nacional, de rechazo a un orden impuesto y agobiante, abren este mes de mayo en el que dicen empezará la desescalada (¡horrible neologismo ajeno al léxico montañero!), y que nos pueden servir, no solo para la libertad de movimientos…en lo externo.
Desde nuestro confinamiento actual, podemos reflexionar sobe la necesidad de desconfinarnos también en lo interior.