¿Nueva 'era' entre muros románicos?

30/MAR.- ¿Alguien se imagina que una mezquita, una sinagoga o una pagoda admitieran esa dedicación sin que, por lo menos, mediaran oposición cerrada, discrepancias o serias reservas por parte de sus respectivas autoridades religiosas?


​Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 602, de 23 de marzo de 2022. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de LRP.

¿Nueva 'era' entre muros románicos?

El pasado fin se semana recorrí algunas localidades de lo que llaman la Cataluña profunda y que en otros tiempos albergaba el seny que glosó Josep Pla. Como común denominador, ahora se intentan conciliar ━por supuesto, sin conseguirlo━ la belleza del entorno natural y el encanto de sus callejas y plazas tradicionales con la espantosa fealdad de los aditamentos que les han estampado sus ediles; ya saben: ristras de plásticos amarillos (¡oh, vates del ecologismo!) y espurias esteladas en rotondas y farolas de alumbrado público.

Procurando hacer obviedad de esta decoración, intenté visitar una iglesia de prometedora factura románica; no lo conseguí, pues estaba cerrada (en contra, por cierto, del consejo del papa Francisco); por ello, extramuros de esa localidad, me aproximé a lo que se adivinaba como ermita, también románica, donde algunos turistas parecían poder entrar. Nunca lo hubiera hecho: el interior había sido despojado de todo elemento cristiano, sustituido por una fría decoración funcional, y un cartel indicaba que aquello era un espacio para la reflexión; a modo de menú, un cartel detallaba alguno de los servicios que prestaba el reconvertido edificio y, entre ellos, me llamó la atención la palabra sincretismo, junto a otras que me recordaban los títulos de loe libros de autoayuda tan habituales hoy.

La primera acepción que da la R.A.E. a sincretismo es sistema filosófico que trata de conciliar doctrinas diferentes; en este caso, se debía de tratar de doctrinas religiosas. Me acordé inmediatamente de la New Age (Nueva Era), y de la definición que ofrece el padre Santiago Cantera de este movimiento de moda: sincretismo religioso neognóstico. Profundizando, el profesor Dalmacio Negro nos dice que es...

«Una mezcla de elementos cientifistas con otros de las religiones orientales; (…) tiende al esoterismo, tampoco anda lejos de la psicología humanista, sin que esta escuela psicológica tenga que ver con ello; (…) en realidad, Nueva Era es un irracionalismo pseudorreligioso y una versión cientifista del gnosticismo, todo lo vulgarizado que se quiera, que difunde la fe en una conciencia cósmica de la que lo individual es mero accidente».

Que conste que me parece excelente que cualquier persona disponga de un lugar neutro para reflexionar sobre sí mismo… o rezar; tales son, por ejemplo, las supuestas capillas de los aeropuertos, pequeños cubículos donde el viajero, sea de la religión que sea, puede recogerse y rezar a su modo antes de subir al avión, para prever el destino de su alma ante un hipotético accidente. Y, por supuesto, que cada quisque tenga la libertad de ser consecuente con su propia fe religiosa, dentro del respeto a las demás. Pero dedicar una iglesia románica a esos menesteres sincréticos me pareció un atentado a la historia y una estupidez.

¿Alguien se imagina que una mezquita, una sinagoga o una pagoda admitieran esa dedicación sin que, por lo menos, mediaran oposición cerrada, discrepancias o serias reservas por parte de sus respectivas autoridades religiosas? ¿Seguro que, por lo menos, nuestra ermita románica había sido desacralizada? Quiero suponer que el obispado al que pertenece el lugar tendrá conocimiento de la actual dedicación…

Pero vayamos al fondo del asunto, que no es otro que la sustitución de la religión cristiana, tradicional para una mayoría de los habitantes de la Cataluña profunda por unos contenidos que emanan de ese planteamiento globalista y sincrético de la New Age, y que constituyen un bagaje decisivo del laicismo imperante y de la religiosidad secular que este propone.

Partamos de la idea clara de que «el hombre no es posible sin lo sagrado» (P. Ricoeur), por lo que, cuando el silencio o la negación de Dios se plantea como norma social políticamente correcta, ese hombre tiene que buscar sustitutos; no es extraño que el mundo occidental esté experimentando un crecimiento de los exóticos orientalismos o de las verdades por consenso que propone el secularismo como fundamento de una supuesta ética universal.

Y es que, en el fondo, el problema del hombre no es económico, ni político, ni siquiera filosófico, sino religioso; Occidente ha abandonado sus raíces cristianas y está a la deriva, en búsqueda de alternativas o acudiendo infructuosamente a los libros de autoayuda.

Como bien dice el profesor Luis Buceta, «la Civilización Occidental está en decadencia, atacada por el gnosticismo subjetivista cuyo principio es que el hombre puede salvarse a sí mismo mediante la razón pura (…). De esta forma, se conviertan la ciencia y la técnica es una especie de religión absoluta, una religión secular, que sustituye a la religión cristiana, base y fundamento de Europa».

Estas fueron las reflexiones que me suscitó mi recorrido turístico y, sobre todo, la reconversión de una bella ermita románica en centro de reflexión laico y sincrético. No me acuerdo quién dijo aquello de que Cataluña será cristiano o no será, pero lleva camino de que no sea, entre paisajes afeados con esteladas y desembarcos de la New Age.

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