Las últimas cinco rosas

Lo que importa es que mantenemos una guardia simbólica, no ante una tumba, sino ante la promesa de un amanecer para España.


Publicado en la revista Lucero, núm. 151, abril-junio de 2023. Editado por la Hermandad Doncel - Barcelona | Frente de Juventudes. Ver portada de Lucero en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín de LRP.

Las últimas cinco rosas

Fue al acabar la última Escuela de Verano de Plataforma 2003, aquella entidad creada para conmemorar el nacimiento de José Antonio y estudiar y difundir su pensamiento. Nos reuníamos en un aula aneja a la hospedería del Valle de los Caídos (que, toponímicamente, siempre se llamó Cuelgamuros) y, el domingo, al acabar las sesiones de debates, seminarios y conferencias, asistíamos a la Misa conventual, cada año.

 

En aquella postrera ocasión, el secretario general de Plataforma, Jaime Suárez, me concedió el honor de depositar las cinco rosas sobre la lápida de la tumba del Fundador; la foto del momento me la hizo mi camarada Carlos Pérez de Tudela, siempre cámara en ristre. No llevábamos camisas azules ni hacíamos ostentación de símbolo alguno, pues ya estaba en vigor la memoria histórica de Zapatero, preludio de la democrática (¡qué oxímoron!) de Pedro Sánchez; pero que conste que no fui el único visitante de la Basílica, de riguroso paisano, que colocó las flores y rezó ante el sepulcro aquel día. A esto no se podían oponer los celosos funcionarios que no nos quitaban ojo de encima.

Sospeché que iba a ser mi última visita, y no me equivoqué. Al poco tiempo, fallecería Jaime, el fautor de Plataforma, y hace poco nos ha dejado también Enrique de Aguinaga, el animador incansable de aquellos fuegos de campamento al acabar cada jornada. Ahora ambos están ya junto a José Antonio, en el foro eterno del Buen Dios, cuya memoria queda siempre compensada por su amor y su perdón, incluso ⎼acaso incurro en un juicio temerario⎼ para los sectarios que profanan tumbas movidos por el odio.

Los restos mortales de José Antonio ya no están en Valle. Va a seguir la infame tarea de desacralizarlo, de profanar más sepulturas (todo ello con el silencio de la jerarquía de la Iglesia), de tergiversar la historia y de arrumbar posiblemente con todo símbolo religioso, una vez hayan expulsado a la comunidad benedictina (también bajo ese silencio). Eso sí, con el aplauso de quienes mueven los hilos en la trastienda y han dado instrucciones al respecto.

José Antoniosus restosdescansan junto a su familia; su alma descansa en Dios. Acaso algún día me acercaré a depositar las cinco rosas en su ¿última? sepultura. En todo caso, lo que más importa es que su Idea sigue viva entre nosotros; lo que importa es que muchos seguimos empeñados en traer la esencia de su pensamiento al siglo XXI; lo que importa es que el relevo generacional sigue su marcha, pues Jaime, Enrique y tantos otros nos legaron un testigo que nosotros vamos transmitiendo a nuestra vez; lo que importa es que mantenemos una guardia simbólica, no ante una tumba, sino ante la promesa de un amanecer para España.