Buenismo episcopal
No satisfechos con comprobar que una torpe y sesgada política clerical favorable a «la realidad nacional» de Cataluña ha ido vaciando las parroquias catalanas hasta convertirlas en una iglesia en estampida, sale el portavoz de la Conferencia Episcopal y dice que respecto a los indultos a los separatistas «Estamos, como los obispos catalanes, por el diálogo».
En un alarde de insensato buenismo que muy poco tiene que ver con el arrepentimiento, la misericordia y el perdón evangélico, y mucho con la demagógica versión del «nuevo testamento» reivindicado por el bailón ministro Iceta, las palabras del portavoz dañan el respeto de muchos católicos españoles sobre las opiniones de sus obispos en cuestiones políticas.
Y aunque salva la dignidad episcopal la voz contraria, autorizada y firme del arzobispo de Oviedo, monseñor Sanz Montes, duele el silencio de muchos de sus colegas ante la línea oficialista marcada por el turolense arzobispo de Barcelona, monseñor Omella.
En el libro Informe sobre la fe, recordaba el entonces cardenal Ratzinger cómo en la década de los treinta del siglo XX «los documentos verdaderamente enérgicos contra el nazismo fueron los escritos individuales de algunos obispos intrépidos». En cambio, los de la Conferencia (episcopal) resultaron un tanto descoloridos, demasiados débiles para lo que exigía la tragedia.