Si hay algo que los denominados progresistas han demostrado, es lo mucho que les pone la necrofilia o «atracción por la muerte o por alguno de sus aspectos» (DRAE). La retomó Zapatero bajo la excusa de recuperar el recuerdo de uno de sus abuelos, y con la ley de memoria histórica comenzaron a revolver huesos y fosas.

De su mano llegó también la ley Aído del aborto ampliando la cobertura legal para dar muerte a inocentes seres humanos en el seno materno. Tras una etapa de inane «Rajoyismo» que dejó vigente todo lo anterior, vino un nuevo Gobierno progresista con Pedro Sánchez y sus amiguis de Podemos, que además de volver a ampliar el aborto para menores de 16 y 17 años, ofrecieron «matarile» para viejos y enfermos mediante una ley de eutanasia confeccionada a toda prisa.

Pero insatisfecho con lo anterior y como quería pasar a la historia, nuestro «Antonio» mandó volver a coger la piqueta para levantar antiguas sepulturas amenazando la paz de los muertos. Aunque, al mismo tiempo traicionaba la memoria de otros más recientes, para conseguir así el apoyo de los bilduetarras («con Bildu no vamos a pactar»), a los que no se les puede llamar filoetarras porque el señorito socialista Gómez de Celis te retira la palabra en el Congreso.

Y como colofón, por ahora, de tan progresista necrofilia, a los partidos que apoyan al Gobierno les ha faltado tiempo para minimizar o bendecir que miserables asesinos que sembraron la muerte y el terror, vayan a estar en las instituciones impulsando políticas contra sus víctimas y contra España; pues dicen que esto es mejor a que sigan matando a gente por ahí y salpicándolo todo de sangre.

Chulísimos valores de una democracia avanzada.

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