Saber perder

25/MAR.- La cuestión es si para entonces habrá aprendido a distinguir los malos de los buenos consejos, por muy poderoso que sea quien se los dé.

En la mesa y en el juego se conoce al caballero, dice un refrán. Y analizando sus últimas actuaciones en el tablero del complejo juego de la política, Pablo Casado no queda precisamente como el mejor caballero.

Tras sus torpes tejemanejes contra Isabel Díaz Ayuso, sus postreras críticas fuera de España al acuerdo del PP de Castilla y León con Vox, le han retratado como un mal perdedor, que ya diera preocupantes muestras de falta de caballerosidad cuando, en la moción de censura que interpuso Vox contra el Gobierno de Sánchez, acusó a Santiago Abascal de chapotear sobre la sangre de las víctimas etarras.

Lanzar tan gratuito e hiriente comentario contra el partido de Ortega Lara y contra quien se estuvo jugando la vida desde muy joven en el PP del País Vasco, anunciaba una indecorosa deriva que el propio Casado tendría que haber advertido al comprobar la satisfacción que produjo entre los gerifaltes de las bancadas enemigas, animándole a continuar por esa senda.

Como Casado es listo y ambicioso y se arrima a influyentes personajes, lo más probable es que, tras pasar un tiempo prudencial recolocado en un puesto donde sea generosamente retribuido, regrese a la primera línea del juego político.

La cuestión es si para entonces habrá aprendido a distinguir los malos de los buenos consejos, por muy poderoso que sea quien se los dé.




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