El 'caso Ciudadanos', las lecciones de las elecciones.

El hundimiento del partido político ‘Ciudadanos’ resultante de las elecciones del pasado 10 de noviembre, presenta varios puntos interesantes para el politólogo.

El 'caso Ciudadanos', las lecciones de las elecciones.

Las lecciones de las elecciones.

Las elecciones al Parlamento y Senado, celebradas el pasado 10 de noviembre de 2019, han suministrado diversos temas para la meditación. Son ‘las lecciones de las elecciones’.

  • El caso con más meollo, por lo patético que ha resultado, ha sido, sin duda alguna, el constituido por la debacle sufrida por el partido ‘Ciudadanos’.
  • Ahorraré adjetivos (calificativos) para enjuiciar este hecho ⎼aunque la tentación es grande para hacerlo⎼, porque la política no se nutre de adjetivos, sino de realidades.

Tratemos de extraer consecuencias para aprender, antes que proferir vituperios para el desahogo.

  • La primera reflexión que me viene a la mente es de carácter moral.
    • Un partido político es una obra humana, y es inevitable que en su creación y gestión pese de forma sustancial la dimensión humana ⎼es decir, moral⎼ de quien lo haya creado.
    • Esta influencia se nota menos, se disimula más, cuando el partido lleva un tiempo dilatado de rodaje, porque, en tal circunstancia, con el tiempo se habrán ido contrapesando las distintas condiciones morales de los sucesivos líderes, hasta formar un magma heterogéneo hasta formar una dimensión común y colectiva que ya no pertenecerá a cada uno de aquellos, sino al conjunto de los mismos.
    • No ocurre igual en los partidos de nuevo cuño, pastoreados por un solo y único líder; en tal caso, el partido viene a ser un reflejo de éste, para bien o para mal.
  • Albert Rivera ha ejercido ⎼no sé si ha sido⎼ de líder incontestable en el partido ‘Ciudadanos’, desde su fundación.
    • No seré yo el que reste méritos a su labor, ni el que deje de reconocerle su capacidad de resiliencia, sobre todo en la dura época en que se quedó prácticamente solo representando a ‘Ciudadanos’ en el Parlamento de Cataluña, tras el abandono de sus escaños en la formación de Antonio Robles y José Domingo.
    • Esa constancia tuvo sus frutos, y así Rivera fue adquiriendo más y más cuerpo político, en una progresión acelerada que cristalizó hacia 2012, cuando ya se convirtió sin duda alguna en un partido con el que ‘había que contar’.
    • Sin embargo, al mismo tiempo comenzó a llamar la atención de un observador atento un hecho curioso: mientras que los impulsores del nacimiento de ‘Ciudadanos’ (los Albert Boadella, Arcadi Espada, Francesc de Carreras, etc.) se fueron desprendiendo de la tutela intelectual del partido, fue tomando mayor relevancia, de forma paralela, la figura de Rivera; el partido era, cada vez más, Rivera, y Rivera era, cada vez más, el partido.
    • A pesar de contar con figuras muy interesantes en la brega política (entre otros, Carlos Carrizosa, Juan Carlos Girauta, y para mí, sobre todo, Jordi Cañas y, en los últimos tiempos, Inés Arrimadas), el papel de éstos en la gobernación de ‘Ciudadanos’ y en su dirección política no ha aparecido nunca como relevante, dando la impresión de un partido afectado por una cierta forma de cesarismo, encarnado sin oposición, al menos conocida, por Albert Rivera.

Es de esta forma donde aparece, cada vez con más rotundidad, la dimensión moral a la que aludía al principio en la persona de Albert Rivera. Una dimensión moral a la que yo califico sin duda alguna con el nombre de soberbia. Pondré dos ejemplos de esta dimensión o característica de este hombre, puestas de manifiesto en las contiendas electorales de este año:

  • Uno tiene el carácter de error personal ⎼el trato irrogado por Rivera a socios potenciales, léase PP y Vox⎼, y otro con impronta de error político ⎼su negativa a formar tándem electoral en una agrupación opositora junto con esas formaciones⎼.
  • En relación con el primer ejemplo, hay quien dice que la desafección de muchos de sus votantes hacia ‘Ciudadanos’, cristalizada en la hecatombe de este 10 de noviembre, ha tenido su origen en la negativa de Rivera a facilitar, mediante la abstención, la investidura de Pedro Sánchez tras las elecciones de abril. Lo pongo en duda.
  • A mi parecer, muchos más le han negado su voto al asistir, estupefactos, al denigrante trato despreciativo ⎼gestos altaneros, acusaciones impropias, actitudes endiosadas y minusvalorativas⎼, dado por Rivera (y en cascada descendente por muchos de sus subordinados), y escenificado sobre todo en los debates televisivos, nada menos que a aquellos a quienes iba a necesitar después para formar coaliciones o gobiernos, y todo por un tonto prurito de aparentar ‘ser mejor’ ante el electorado.
  • Tal falta de humildad, tal exceso de autoatribución de superioridad, ha conseguido el efecto contrario al pretendido en mucha gente. Porque si es cierto que, por principio y buena educación, se debe tratar a todo el mundo con respeto, es ya de abundios negárselo a quienes vas a necesitar. Y eso, a la gente bien nacida, no le gusta.

Dicen que dijo Plutarco que los dioses ciegan a quienes quieren perder… Pues eso.

Del segundo error ⎼la negativa a formar tandem en ‘España suma’⎼, hablaremos otro día.


 

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