El imperio de lo espiritual
Espíritu
En un momento como el presente donde el honor ha perdido su sentido, la fidelidad es motivo de mofa, la virtud brilla por su ausencia, la vileza se expande por doquier, la envidia y el resentimiento hacen estragos, la falta de honradez es pública y notoria... derrotar al egoísmo y al materialismo que nos invaden, al individualismo y al hedonismo que nos arrastran, al relativismo y a la idiocia que nos anegan exigirá una revolución de carácter espiritual.
Porque las grandes revoluciones no son únicamente económicas o políticas sino también espirituales, esto es, aquéllas que son capaces de llevar la luz a los espíritus de la gente, alzar las almas de las muchedumbres, sobreponerse a lo superficial de las personas y, así, conducirlas hacia lo lo elevado, lo bello o lo sublime.
Se hace necesario ⎼con el ejemplo de nuestra nutrida nómina de héroes y santos⎼ volver a enseñar a los hombres a amar, a sacrificarse, a servir a los demás, a luchar y morir por un ideal superior, a no dejarse ganar por el embrutecimiento y la mediocridad, a llenar sus corazones de esperanza, a sentirse orgullosos de pertenecer a una nación, a una comarca, a un pueblo, a una familia, a un pasado, a una tradición.
Porque lo nacional y lo social no pueden fusionarse más que bajo el imperio de lo espiritual: he ahí otra de las enseñanzas fundamentales de José Antonio, igual de válida para los años 30 del pasado siglo XX que para nuestros días.