El primer congreso sindical de la Tierra
El primer congreso sindical de la Tierra
Celebrado en plena postguerra, concretamente en Sevilla durante el mes de mayo de 1948. En él se abordó la peliaguda cuestión (ya sobre el tapete durante la Segunda República) de la nunca emprendida a fondo reforma agraria (por aquello de que implicaba confiscar tierra a los grandes propietarios que se habían hecho con ella de manera espuria en los tiempos de las desamortizaciones decimonónicas). No en vano su lema era Por una auténtica reforma agraria, subtitulado por la frase de José Antonio La reforma agraria es la reforma total de la vida española.
Dicho congreso (cubierto para el diario Pueblo por un joven reportero que años después llegaría a ser su más afamado director: hablamos de Emilio Romero) pretendió, pues, urgir al Estado del 18 de Julio a llevar a la práctica tanto lo proclamado primero en los veintisiete puntos de la Falange como lo articulado después en el Fuero del Trabajo, denunciándose por parte de sus ponentes (caso del secretario general de la Junta de Hermandades de Labradores, Diego Aparicio López, o el secretario general de la Obra Sindical de Colonización, José María Gimeno Valentín) la lacra que para nuestro agro suponía en aquella época el latifundismo.
Tal que era de prever, la oligarquía terrateniente se alarmó sobremanera, haciendo lo imposible para boicotear el evento, calificándolo incluso de bolchevique (sic), lo que no amilanó a sus participantes; al contrario, éstos aprobaron por abrumadora mayoría las propuestas reformistas del mismo: mejora de las condiciones de trabajo en las peonadas, acceso a la propiedad de los peones agrícolas, etc.
Ello provocó el envío a la capital andaluza del entonces delegado nacional de Sindicatos, Fermín Sanz Orrio,con la orden de atemperar los ímpetus nacionalsindicalistas entre los congresistas, cosa que se reflejó en su discurso de clausura en el salón de actos de la Diputación hispalense, quedando a la postre buena parte de lo aprobado allí en agua de borrajas.
En adelante, el régimen del general Franco emprendería una estimable política colonial (traducida en 300 nuevos pueblos creados entre 1945-1971) amén de concentración parcelaria o de aumento de la superficie de tierras de regadío, pero lo que es la reforma agraria (igual que el resto de postulados revolucionarios del ideario joseantoniano) dormiría el sueño de los justos, máxime cuando, a medida que avanzaba la década de los años 60, España iba dejando de ser un país eminentemente rural y agrícola.
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