ARGUMENTOS

Apuntes polémicos de verano

Cuatro años más casi seguros de gobierno 'frankestein', dieciocho escaños menos de Vox y media España políticamente desnortada, confusa y con miedo a lo que venga.

Publicado en el núm. 154 de Cuadernos de Encuentro, de otoño de 2023. Editado por el Club de Opinión Encuentros. Ver portada de Cuadernos en La Razón de la Proa (LRP).

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Apuntes polémicos de verano

Nota. Artículo redactado antes del 21 de septiembre.


Es indignante que no se nos haya permitido a los españoles el poder disfrutar de unos merecidos días de descanso para desconectar del diario trabajo realizando ese añorado viaje, solo o con la familia, esa paz del pueblo o ese bullicio de la playa, solo porque a estos puñeteros políticos y algunas Instituciones, se hayan empeñado, atendiendo solo a sus intereses, convocar dos elecciones seguidas. No quieres una taza, pues taza y media, y además para más fastidiar, la segunda ¡nada menos que un veintitrés de Julio!

Pero habrá que intentar escribir alguna crónica de verano, aunque sea en porciones o a través de unos apuntes polémicos que es como suelo titular algunos de mis artículos. Y refiriéndome solo a España y a temas intemporales para sintetizarlos mejor.


Elecciones


Sin embargo, es inevitable no referirme a los comicios celebrados aunque estemos hartos del tema. En las elecciones de Mayo, ya hice algunos comentarios en el número anterior, expresando mi deseo de que los españoles o al menos una buena parte de ellos, votaran lo que consideraran en conciencia lo mejor para España. Y como mis deseos se cumplieron e incluso sobradamente, lo consideré un prometedor primer paso para librarnos del «sanchismo» rampante que estaba destruyendo España.

Pero se celebraron las segundas, y aquí surge la sorpresa. El PSOE contra todo pronóstico, remonta y se afianza con grandes posibilidades de seguir en el poder y el Partido Popular gana las elecciones, pero por el contrario, le puede resultar muy difícil, por no decir imposible formar gobierno.

¿Qué ha pasado? Porque las cosas parecían estar muy claras en el sentido contrario.

Pues a mi modesto entender han pasado dos cosas:

La primera, que se había estado subestimado a los socialistas, muchos de los cuales no están de acuerdo con Sánchez, pero siguen siendo socialistas. Y escocidos por el resultado de las elecciones anteriores, no han dudado en cerrar filas y mantenerse fieles a su militancia, y entre otras cosas también, por el temor a que un cogobierno del PP y Vox pudiera derogar varias de las Leyes con las que se sienten identificados. ¿Porque, cómo no se van a sentir identificados con la Ley de Memoria Histórica y ahora Democrática? confían en que si se mantiene «el relato», las nuevas generaciones estarán convencidas de que sus mayores no perdieron la guerra civil y que en todo caso, el resultado de la contienda se debió a la ayuda que los nacionales recibieron de los gobiernos fascistas italianos y alemanes? ¿O con la Ley que permite que sus hijos, sin esfuerzo, vayan aprobando cursos con independencia de los suspensos recibidos? ¿O con esas feministas tan aplaudidas, por las que las mujeres pueden hacer lo que les dé la gana solo por el hecho de serlo? Y así podría seguir enumerando razones.

Y la segunda, pasando a la derecha y a su gran paradoja, el parco triunfo del Partido Popular se produce fundamentalmente a dos errores:

El primero, el que cometieron las empresas demoscópicas y medios afines, que alimentaron la idea de que estas elecciones iban a ser un paseo militar triunfal, lo que en buena manera invitaba a la cómoda inhibición veraniega, unida al también incómodo sistema del voto por correo. 

Y el segundo, es el que produjo la gran paradoja. Así como los socialistas cerraban filas, aparece un sector de españoles que manifiestan dudas, lanzan duros reproches y acusaciones culpando a un gobierno de todos los males que sufre España durante años. Y ahí viene la gran paradoja, de que confundiéndose de enemigo, no lo hacen contra el gobierno socialistas, no, sino contra el Partido Popular.

Y esto lo hace un sector político que siempre se ha distinguido por su radicalidad y contundencia contra este régimen social-comunista-separatista, y su deseo y empeño en desplazarle. Provocando en muchos indecisos, la sorpresa y el justificado temor de que ese Partido Popular no es de fiar cuando entre ellos mismos a los que consideran derecha, se enredan en tales acusaciones dando la sensación de que por algún motivo, no desearan el triunfo en las urnas del único Partido que hubiera podido dar un vuelco a la situación, teóricamente no deseada, de que los españoles padeciéramos otros custro años de «sanchismo»,y le retiran su confianza.

Yo no soy del Partido Popular, hace ya muchos años que no me he sentido cómodo en ningún otro, pero tengo un gran respeto por los millones de españoles que le han votado. Unos lo habrán hecho con entusiasmo, otros con menos entusiasmo y otros con ninguno, incluso a regañadientes o tapándose las narices, pero lo han hecho porque han comprendido que la única forma de librarnos del actual gobierno, pasaba por votar al único Partido que podía conseguirlo y que en último caso, por muy poco fiable que les pareciera Feijóo, y no estando de acuerdo con sus piruetas incluso coqueteos con el PSOE y sus reticencias con Vox, siempre sería preferible a Sánchez. Justificando su voto, diciendo que les bastaba con que cumpliera con lo prometido de derogar unas cuantas Leyes (Cosa que empieza ya anunciando en las autonomías a su favor), y ser inflexible con el separatismo. ¿Posibilismo? ¿Mal menor? Tal vez, pero creo que de ocurrir, hubiera sido mejor que lo que ha salido: Cuatro años más casi seguros de gobierno frankestein, dieciocho escaños menos de Vox y media España políticamente desnortada, confusa y con miedo a lo que venga.


Y ahora ¿qué?


Esta es la pregunta que cuando escribo estas líneas a primeros de Agosto, nos hacemos todos los españoles y de muy difícil respuesta porque están abiertas todas las hipótesis. E incluso es muy posible, que incluso se la hagan los propios políticos que se van a disputar el próximo gobierno. Pero hay algo que creo se puede adelantar, incluso yo, que suelo ser lo más optimista posible, y es que tal y como se presenta el panorama y las dificultades de los dos partidos en liza, no solo para conseguir el poder sino también para hacer frente a los tremendos retos que les esperan en el próximo gobierno, del color que sea, el futuro se presenta muy negro. Y tal vez lo que puede resultar más preocupante de todo, no es tanto que sea el PSOE el que se alce con el poder, que también y es lo más probable, sino el cómo lo ha conseguido Sánchez, y cuál ha sido el precio que ha pagado por él. Porque todo apunta, conociendo al personaje, que no habrá tenido ningún escrúpulo en dejarse buena parte de los pelos en la gatera de la negociación independentista, pelos que por supuesto son los nuestros, los de todos los españoles.


Tensiones en la Iglesia


Desde que Pablo VI iniciara su interpretación de los acuerdos del Vaticano II y empezaran los cambios de formas y de ritos, no se había notado tanto este revuelo y preocupación en la Iglesia como ahora, con motivo de los preparativos que se están ultimando del Sínodo sinodial. Caminamos juntos. Es decir, de los obispos reunidos junto a un grupo de expertos en diferentes materias, que se celebrará el próximo octubre y en el que parece se van a estudiar y debatir, sin ningún tipo de restricciones ni tabúes, todos los problemas que preocupan a la Iglesia en estos momentos, como la figura del matrimonio como vocación tradicional, otras situaciones de pareja estable, educación sexual, formación de los sacerdotes sobre estos temas, presencia de la mujer en la Iglesia y un nuevo lenguaje para tratar estos temas, y aunque no se trata expresamente, supongo que también, el problema del polémico acuerdo de la Conferencia Episcopal alemana con sus seguidores y detractores, y otros varios que se vienen arrastrando desde hace años sin resolverse.

Por lo que a mí respecta bienvenidos sean todos los debates, el escuchar las distintas opiniones de unos y de otros, si con ello los católicos de base aclaramos también muchas dudas y se nos da respuesta a muchas preguntas e interrogantes. Todo ello, si como parece, por lo que nos van hablando y avanzando propósitos y opiniones de altos dignatarios de la curia, se pretende que el objeto del mismo es el de debatir en libertad todos esos temas y aunar todas las opiniones en un comunicado final lo más cercano posible a la palabra de Dios, y ofrecérselo al Papa como texto orientativo.

Pero tan loables intenciones creo que merecen tres o cuatro puntualizaciones para salir al paso de algunas falsas interpretaciones que puedan crear alguna confusión y desorientarnos.

En primer lugar que un Sínodo (que por cierto también son idea de Pablo VI para mejor conocimiento de las distintas opiniones de los obispos) no es un documento vaticano de obligado cumplimiento, es decir, no es vinculante. Es un instrumentis laboralis, de análisis de problemas y de posibles soluciones, con el resultado final de un texto que no debe señalar diferencias que puedan suponer o aparentar, el triunfo de unas opiniones sobre otras.

Pero dicho esto, y aprovechando que parece que soplan vientos democráticos en el Vaticano y a pesar de no dudar, faltaría más, de los buenos propósitos de los obispos ni de los elegidos colaboradores tanto masculinos como femeninos de este Sínodo, ante la posibilidad de la tentación de alguno de sus miembros de dar ese carácter vinculante al texto resultante, e incluso la posibilidad también de que el mismo Papa, si así lo considerara, le diera algún respaldo expreso, y aunque naturalmente yo no he sido elegido ni invitado al Sínodo, sí que soy miembro de base de la Iglesia, ya que Iglesia somos todos y formamos parte del Pueblo de Dios, me permito, aunque sin esperanza alguna de que nadie me haga caso, el sugerir que sería bueno y muy de agradecer, que a ese documento final tuviéramos acceso en tiempo y forma todos los católicos que estuviéramos interesados en él, a través por ejemplo de las parroquias, conventos, asociaciones religiosas, etc., de tal forma que pudiéramos opinar sobre él, y nuestros obispos y especialmente el Papa, tuviera mucha mayor información y valorándola, pudiera ser útil para tomas sus decisiones.


Intransigencia


Por último quiero escribir unas líneas sobre un tema intemporal, que no tiene nada que ver expresamente con las elecciones aunque ellas sean un claro exponente de mi reflexión.

Me refiero a esa costumbre tan arraigada y española de considerar que nuestras ideas y opiniones son irrebatibles, inapelables y sin posibilidad de discusión.

Sobre el asunto que sea, político, religioso, deportivo o cualquier otro del que se hable. Y esa intransigencia no es intranscendente ni mucho menos, porque en muchas ocasiones es motivo de disensiones familiares graves, de pérdida de amigos, e incluso de rechazo social. Eso, si no produce en algunas ocasiones graves hechos de violencias colectivas.

La palabra se nos ha dado para entendernos, no para agraviarnos, ni para intentar aplastarnos unos a otros aunque sea dialécticamente a quienes no piensen como nosotros. Es preferible oír con calma a los intransigentes, escuchar sus argumentos, darles la razón a quien se considere que la tiene, y así es posible que seamos nosotros los que los convenzamos a ellos de sus excesos de imposición y acaloramiento. Esto en lo político, ha sido siempre la filosofía de nuestro Club Encuentros. Que sin renunciar a nada, hemos sido respetuosos con las opiniones ajenas y firmes en nuestras convicciones. Y no nos ha ido mal a lo largo de la dilatada experiencia de años. Naturalmente esa actitud de diálogo debe ser recíproca. Y si los intransigentes se mantienen en su postura, al menos por nuestra parte se habrá intentado.

Hay dos tipos de intransigentes: aquellos que vienen de frente, y se expresan clara y rotundamente, en público o en privado, convencidos de que tienen toda la razón sin importarles el que se les tache de ello. Y otros, los más temibles, que envuelven sus argumentos de una forma ambigua en un lenguaje críptico, o con citas cultas, sacadas de contexto, o de personajes lejanos en el tiempo.

Pongo como ejemplo de lo anterior, en el caso de intransigencia política y como un breve flas que no necesita más comentario, un chiste del genial Mingote, de aquellos que equivalían a un editorial, que presentaba a un señor iracundo que golpeando una mesa decía: «Nada de dos Españas, España no hay más que una, ¡La mía!».

Y otro, que merece mayor extensión, la del columnista y escritor Manuel de Prada que suele insultarnos cada mañana a todos los españoles que no compartan sus ideas u opiniones con un recurrente desprecio, calificándonos de ignorantes, basura sistémica, bazofia borreguil que nos gusta hozar en las cochiqueras y otras más burdas, y groseras y que gusta tras sus insultos y desprecios anteriormente citados, escribir a continuación artículos en los que descalifica globalmente a la Transición del 78, la Constitución, o el sistema de partidos, a los que señala como culpables de todos nuestros males. Que es algo perfectamente legítimo y que puede ser compartido por otros muchos españoles, pero sin que nunca se sepa cuál hubiera sido su preferencia de sustitución del régimen anterior, ni la forma en que los españoles pudieran expresar sus ideas y sus opiniones, o el sistema de representación para poder articular un gobierno viable etc.

Para él todos los políticos, absolutamente todos, y los que les votamos o apoyamos, y especialmente desde los medios de comunicación, estamos corrompidos o servimos intereses y designios de fuerzas ocultas, menos él naturalmente.

A la vista de todo esto, y aunque no se pueden generalizar estos comportamientos, lo cierto es que en mayor o menor medida individualmente y colectivamente en manifestaciones afloran gritos cainitas y de odio, realmente preocupantes. Preocupación que también comparte Pérez Reverte con palabras que hago mías: «Me pregunto de donde nos viene esta vileza. Esa ansia de ver al adversario no vencido o convencido, sino exterminado«.




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