RAZONES Y ARGUMENTOS
Autenticidad y enajenación
Palabras pronunciadas por Enrique de Aguinaga, en dos actos realizados en Madrid y en fechas distintas, aunque del mismo año de 2007. La primera para Falange Autentica, el 24 de marzo, y la segunda ocasión durante la inauguración de curso Plataforma 2003, el 30 de octubre.
Enrique de Aguinaga falleció el pasado día 16 de abril de 2022.
Autenticidad y enajenación
Me llamo Enrique y vengo a devolver mi nombre.
En algún instante, cada vez más próximo, tendré que cumplir, efectivamente, este trámite. Como una obligación, como una cuenta pendiente, sin saber cómo ni donde, ni cuando, alguna vez, definitivamente, tendré que empezar diciendo que vengo a devolver mi nombre. Por inercia, llegaré y lo diré como una cantinela más:
“Vengo a pedir el bautismo”,
“Vengo a que me de usted una taza de aceite para mi madre”,
“Vengo a matricularme en segundo de Derecho”,
“Vengo a pedir la mano de su hija”,
“Vengo a reservar dos billetes para Málaga”,
“Vengo a formalizar el contrato del gas”,
“Vengo a tomar posesión de mi cargo”,
“Vengo a pagar la contribución”,
“Vengo a devolver estos zapatos, que me están pequeños”,
“Vengo –Miguel– cansado de tanto bregar”.
Siempre estamos llegando. Los gallegos así describen la normalidad: Imos indo, vamos yendo. Los gallegos tienen el alma peregrina. Ellos tienen el Santiago de todos, donde aprendí a llorar de gozo, a llorar sobre una ciudad y sobre mi vida misma, empapado de lluvia, como una hierba más del camino, como barro de corredoira.
La vida, en la que vamos yendo, se entiende, más fácilmente al final, como peregrinación, como larga marcha. A la vez que en el verso, en las jóvenes marchas de campamento aprendimos que se hace camino al andar y que la vida es rumbo. Después, acabas enterándote de que vas rumbo a la libertad, que es el morir, con ese morir de los ríos que van inexorablemente al inmenso misterio del mar.
Frente al mar, en la lenta contemplación del mar, estoy dispuesto a devolver mi nombre, que recibí de segunda mano. Tenemos nombres usados por otros. No estuve, claro está, cuando mi nombre fue de primera mano. En algún momento, claro está, fue el primer momento de los nombres.
Y Yahvé formó del suelo a todos los animales del campo y todas las aves de cielo y los llevó ante el hombre para ver como los llamaba y para que cada ser viviente tuviera el nombre que el hombre le diera. (Gen, 2.19-20)
Tengo que devolver todo; pues todo lo he recibido gratuitamente, en depósito. No tengo derecho a nada. A veces, mientras afronto el mar, se me van los pensamientos y trato de imaginarme nuestro mundo como si, por magia repentina, desapareciese todo papel o quedara sin efecto todo derecho. Realmente, inimaginable. Sin embargo, no me cuesta aceptar la hipótesis de que yo no tenga derecho a nada.
Hay un tiempo en que no nos damos cuenta, creemos que tenemos derecho a todo, queremos tenerlo todo, y, en vista de que nuestros deseos siempre resultan insatisfechos, nos conformamos con tener muchos objetos, cuantos más, mejor. Luego, empiezan a sobrarnos los objetos, que ocupan indebidamente, ocultando los libros, los estantes de la biblioteca.
Bien, aquí estoy, dispuesto a devolver mi nombre, a volver al principio, al no ser, según unos, o, según otros, así lo creo, al trascender. Me llamo Enrique y soy anciano (no confundir ancianidad con vejez). Nací en la Sierra de Gata en 1923 y estoy saliente de cáncer. Anciano, etimológicamente, el que estaba antes y, por tanto, tiene más experiencia, más posibilidades de testimonio.
Soy un anciano que no tiene nada que hacer. Buenos amigos, como lisonja me dicen: Tú tienes que dar mucha guerra todavía. No se lo creen ni ellos.(Doy clases, conferencias, dirijo una revista…. pedaleo, subsisto). Subsisto. Otros ancianos, octogenarios heroicos, son capaces de hacer.
Aquí está Jaime Suárez y su obra portentosa, de todos los días, que ahora ha cuajado en las Obras completas de José Antonio. Yo, si algo he hecho, más bien poco, está ahí, ahí queda, sin posibilidad de rectificación o añadidura. Ahora, bien. Si no puedo hacer, puedo decir. Puedo contar mi vida. Antes de enamorarme, te voy a contar mi vida. Mi vida, en cuanto testimonio de una situación general, se puede sintetizar con dos referencias.
Primera: soy hijo del matrimonio enamorado de María Jesús (1883-1959) y José María (1883-1939). Maria Jesús, navarra, de la Ribera, católica a machamartillo, señorita del siglo XIX. José Maria, aragonés, ateo, librepensador, republicano radical.
Una inteligencia de disparidades profundas como esta (nihil novum sub sole) es la que relata Galdós en La familia de León Roch. Todo un paradigma español: el paradigma de las dos Españas.
Segunda: soy el menor de tres hermanos. Mis dos hermanos mayores, muy mayores, diría, porque me llevaban 14 y 17 años, Álvaro (1906-1962) y Vicente (1909) fueron combatientes enfrentados en la guerra. Alvaro, alférez con la 105 División, Cuerpo de Ejército Marroquí. Vicente, capitán de milicias en Asturias, condenado a muerte.
Ahora los restos de Alvaro y Vicente están confundidos en una caja, en un nicho, del cementerio de Ceares, Gijón, tras una lapida que solo dice Familia Aguinaga. Todo un paradigma español: el paradigma de la reconciliación.
Hijo de mis padres, hermano de mis hermanos, esta tarde aquí he venido… sin necesidad. Cómodamente podía haber eludido la invitación. Pero he venido y he venido sin ganancia. Tal como hoy se suele entender la ganancia. No al modo clásico, cuando se aceptaban los envites por ganar honra.
Sin retórica, he venido a la voz de la Falange. Como si resonara el viejo juramento:
Juro, por Dios, vivir en santa hermandad con todos los de la Falange y prestar todo auxilio y deponer toda diferencia siempre que me sea invocada esta santa hermandad.
Hijo de perdedor y perdedor yo mismo, he venido, a devolver un poco de lo mucho que la Falange me ha dado. Un modo de ser. Personas ejemplares. Frescas canciones. El aire de los caminos. Espíritu de servicio y sacrificio. Valores de eternidad. Alegría clara. Sentido de la camaradería. Patria, Pan y Justicia, en mi frente.Y, por supuesto, José Antonio… el gozo intelectual de la inmersión en José Antonio.
No he venido a adoctrinar a nadie. ¿Quién soy yo? No he venido a discutir con nadie. ¿Por qué? No he venido a dar recetas a nadie. Soy providencialista. Ni siquiera he venido a gustar. A hacerme el simpático o el interesante, a caer bien
He venido a morir. Como mueren los toros a la puerta de chiqueros, en el punto de salida. Todos los días morimos un poco. Nacemos condenados a muerte. Somos moribundos desde el primer día. Somos agonizantes para la agonía, para la pugna
He venido, en fin, a estar en inteligencia ¿Qué mejor prefacio que el verso de Juan Ramón Jiménez?:
¡Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas!
Que mi palabra sea la cosa misma, creada por mi alma nuevamente.
Que por mi vayan todos los que no las conocen a las cosas.
Que por mi vayan todos los que ya las olvidan, a las cosas.
Que por mi vayan todos los mismos que las aman, a las cosas.
Intelijencia, dame el nombre exacto y tuyo y suyo y mío de las cosas.
No puedo evitar mi deformación profesional de profesor (cincuenta y cuatro años en la cátedra). Y mi tendencia al método. Que pone la razón por encima de la emoción. O hace que la razón sea emocionante. Como José Antonio mismo. Por eso me hago la pregunta: ¿Qué es lo auténtico? El adjetivo autentico, autentica tiene diversos significados. Por ejemplo:
Primer significado: AUTENTICIDAD es etimológicamente autoridad, que tiene el refrendo del autor que confiere esa autoridad, en la relación autor-autoridad.
- Se dice, por ejemplo, versión autentica de una conferencia cuando es la versión del propio conferenciante.
- Copia autentica es la que se coteja con el original y con él se identifica.
- Así, la Falange autentica seria aquella autorizada por José Antonio o por quien tuviera autoridad para ello.
- Para admitir que un cuadro es de Velázquez no se exige que así lo haya declarado el propio Velázquez.
- También se admite, si así lo dictamina un experto autorizado y previamente aceptado como tal.
Respecto a la autenticidad de las Falanges. ¿Dónde esta el experto? Y, suponiendo que se halle, ¿tiene la aceptación necesaria? Volvemos una vez más al falangistometro.
Segundo significado: Coloquial. Así lo califica el propio DRAE. Autentico, autentica, honrado, fiel a sus orígenes y convicciones. Honradez, fidelidad.
- Se dice: Es muy autentico, como se podría decir: empecinado, pertinaz.
Tercer significado: El que se enfrenta a la imitación.
- José Antonio lo usa y se repite en Obras completas para rebatir las acusaciones y achaques de fascismo.
- Autenticidad, en cuanto originalidad, frente a copia o remedo
Pero (como siempre ocurre) todo es más complicado:
- Aforismo propio de la ancianidad, suma experiencia.
- Toda simplificación es mala y por lo tanto esta también.
- AUTENTICIDAD es una noción filosófica. Y como tal, está en Platón, en Ortega, en Heidegger, en Jasper…
Dice Platón (Republica, libro VII, 535):
El fracaso actual de la filosofía (Filosofía y estado, como oficios públicos, explica Ortega) [1] proviene de que no se pone cuidado en la ocupación con ella, porque no se deben ocupar de ella los bastardos, sino solo los legítimos.
Autenticidad e inautenticidad se denominan aquí.
- Legitimidad y bastardía. Porque el hombre puede ser autentico e inauténtico.
- Hay un yo autentico, un yo insobornable (Ortega).
- Pero también la inautenticidad es uno de los caracteres fundamentales de la realidad humana, junto a la autenticidad, por supuesto.
- La inautenticidad es una de las formas de ser si mismo.
- Las cosas no pueden dejar de ser si mismas, de ser lo que son
- En cambio, el hombre puede dejar de ser lo que es.
- Si, por una parte, el hombre es auténtico cuando es o llega a ser lo que verdadera y radicalmente es, cuando no está enajenado.
- Por otra parte, la enajenación (no confundir con alienación) es uno de los rasgos de la existencia humana
De modo que estar enajenado (hacerse ajeno, hacerse otro, la otredad, que dice Laín) [2], el no ser sí mismo, el no ensimismarse (ensimismamiento, ombliguismo), es uno de los caracteres del auténtico ser. El problema del otro, como problema del prójimo, de la existencia del prójimo, de la realidad de los demás, del encuentro con el otro… es un problema muy antiguo, que desde muy pronto preocupó a los filósofos (Ferrater Mora: “Otro (el)”)
Fundamentalmente, José Antonio se enajena, se hace uno con los otros. No podemos encerrarnos en la torre de marfil es –en José Antonio– un pensamiento recurrente.
Su extracción social y su inicial instalación política le sitúan automáticamente, polémicamente en el señoritismo, en el conservadurismo. Pero esto, lejos de ser un demerito, afirma su capacidad de renuncia y superación, que le lleva a la ruptura con ese mundo que le es propio, en aras de lo que él mismo denomina reajuste del mundo.
Por una parte, su inclinación declarada a la torre de marfil a la torre de sus inclinaciones intelectuales (Yo no he nacido para esto; yo he nacido para matemático del siglo XVIII). Y por otra, la disponibilidad de una vida cómoda y bien pertrechada, dan carácter heroico a su ruptura para solidarizarse con el mundo de los otros, para enajenarse en una renuncia que causa asombro.
Se ha escrito:
Que un aristócrata, grande de España, marques y abogado eminente, con una juventud insultante, dijese que el socialismo había sido justo en su nacimiento, puso al borde del infarto a muchos de los caballeros que acudieron a escucharle [el 29 de octubre de 1933, en el teatro de la Comedia] con la esperanza de encontrar un remedio mozo, fuerte y prestigioso a tantos y tantos egoísmos inconfesables… (José Antonio Girón, Si la memoria no me engaña, Planeta, Barcelona, 1994, p. 27)
El propio José Antonio lo dice:
Bien sabe Dios que mi vocación está entre mis libros y que el apartarme de ellos para lanzarme momentáneamente al vértigo punzante de la política me cuesta verdadero dolor. (Por una sagrada memoria…ABC, 29 septiembre 1931).
Yo fui también de los que aspiraron a vivir en su celda. No sé de privilegio más atractivo que este de haber encontrado la vocación…Pero no podemos aislarnos en la celda. Primero porque sube de la calle demasiado ruido. Después, porque desentendernos de lo que pasa fuera no sería servir a nuestro destino universal sino convertir monstruosamente a nuestro destino en el universo. (España incomoda, HAZ, 26 de marzo de 1935)
Esta es, en José Antonio, junto a la deslumbrante capacidad de innovación, su ejemplar capacidad de renuncia, su capacidad de enajenación, porque, en sentido vulgar, hace falta estar enajenado, poseído de locura quijotesca, para renunciar a tanto, de modo voluntario y deliberado.
En Heidegger, la dicotomía autenticidad-inautenticidad se traduce por propiedad-impropiedad, lo propio-lo impropio. Otros sinónimos filosóficos son: identidad, mismidad, ipseidad. En orden más practico, autenticidad equivale a Ansia de sinceridad y lealtad consigo mismo.
Ortega pone el máximo ejemplo de Baroja: Fondo insobornable, yo profundo (Bergson) Desde esta mentalidad, a Baroja casi todo le parece una farsa. Casi todos los hombres le parecen farsantes, que fingen la realidad.
Según Ortega (en la escuela cínica), Baroja es discípulo de Diógenes el Perro y Crates el Tebano. Cinismo (significación desviada) es oposición a la cultura establecida, a la cultura farsante. Y es aquí donde se puede establecer la categoría innovadora de José Antonio, que, metafóricamente, no quiere apoderarse del tablero de ajedrez para seguir jugando, sino cambiar las reglas del juego.
Escribe Ortega [3]:
Siendo la cultura un estuario para que circule la vida, queda en ocasiones vacío: Es la cultura farsante. Cuando esto sobreviene, el instinto de vitalidad se revuelve sobre sí mismo y propone el retorno a la naturaleza originaria
Ortega propone el Renacimiento. Y dice:
No hay renacimiento posible, si no se vuelve a nacer. Y nacer es naturarse, volver a la naturaleza, retornar de la cultura hecha farsa.
Invito a repensar todo esto. Y ofrezco seis fichas:
1.- Fetichismo
Unos anticuarios de Alicante ofrecen ahora, en venta, un pequeño cofre con una reducida parte de cenizas (restos o reliquias) de José Antonio. Según el origen documentado de este cofre, en 1939, al exhumar de la fosa común el cadáver de José Antonio, se separaron dos porciones de cenizas, que se guardaron en sendas arquetas. Una se envió a la Secretaría General y la otra se quedo en la Jefatura Provincial.
Luis Castelló Galluz, al cesar como jefe provincial, se llevó la segunda arqueta a su casa y allí la tuvo hasta 1947. Entonces la entregó en la Secretaría General, en la persona del general Muñoz Grandes. Antes Guillermo Castello ¿su hijo? (que así lo declara en 1974) había separado una porción. Esta ceniza es la contenida en el cofre de los anticuarios, a los que ha llegado, hay que suponer, por los herederos de Guillermo, desinteresados de la posesión.
Yo mismo, como otros, tengo una astilla del féretro muy deteriorado que se sustituyó en El Escorial, en 1959, para el traslado al Valle de los Caídos. Este inocente fetichismo es el que, de ninguna manera, se puede trasladar a la idea o a la letra de José Antonio, a modo de legado notarial. Como dice Unamuno del Quijote, antes que otra cosa, José Antonio nos ha legado su alma. Y a mí me acompaña siempre la exhortación de Eugenio Montes, de hace sesenta años:
Los puntos, los programas, las situaciones pasan. Nunca José Antonio, cifra ardiente de una ensoñada España, será ceniza, porque ha trascendido a una arquetípica actitud ante lo humano.
2.- Minoría.
Una de las expresiones de José Antonio, que se han incorporado al léxico común y que tantas veces se repite sin saber su origen, es la de inasequibles al desaliento: La revolución es la tarea de una resuelta minoría inasequible al desaliento. El sentido de la minoría, de la poquedad, de la pobreza. ¡Con que poco se hace la Falange!
El mandato pleno de José Antonio dura menos de año y medio. Desde su proclamación como Jefe Nacional (4 de octubre de 1934) a su ingreso en la cárcel (14 de marzo de 1936). Un año, cinco meses y 10 días, como un relámpago, en medio de todo género de turbulencias, sin reposo para la reflexión. La Falange como tal no consigue ni un solo diputado. Y son, por lo menos, difíciles las cifras de sus afiliados.
Así resalta mas (y se ve en las viejas fotografías de grupo) la limpia seducción de José Antonio, fundador de esa tropilla mística, con el habito azul y sobrio de la camisa, como una orden religiosa y caballeresca, mantenida por el estilo como norma, por el aliento poético, por el espíritu de servicio y sacrificio, por el gozo de la hermandad, por el sentido de la eternidad.
3.- Falangismo
Hace muy poco, en un debate, alguien adujo que la Falange había nacido para la perfección de España, no para la perfección de la Falange. La frase me sonaba. Y tanto. Como que era mía desde que la incluí hace treinta y cinco años en el Informe sobre la Falange de José Antonio.
Ahora la completo con otra del propio José Antonio, de 1934.
El día en que el Partido Socialista asumiera un destino nacional, como el día que la Republica, que quiere ser nacional, recogiera el contenido socialista, ese día no tendríamos que salir de nuestras casas a levantar el brazo ni a exponernos a que nos apedreen y a lo que es mas grave, a que nos entiendan mal. El día en que eso sucediera, el día en que España recobrara la misión de estas dos cosas juntas, podréis creer que la mayoría de nosotros nos reintegraríamos pacíficamente a nuestras vocaciones.
Pero evidentemente esto no ha ocurrido y aquí estamos, braceando en el equívoco falangismo, atravesado de franquismo y fascismo, irremisiblemente condenados, joseantonianos contra viento y marea.
4. España
Solo diré lo que José Antonio le dijo a Montero Alonso, cuando le pregunta por Cataluña (12 de noviembre de 1935):
A nuestro modo de pensar, constituye una traición contra España la entrega de estatutos autónomos a regiones en cuyo espíritu no se halla definitivamente instalada la conciencia de unidad de destino en que España consiste. El estatuto dado sin esa garantía es un instrumento de desmembración. Cataluña, pueblo magnifico, al que acaso esté reservado recobrar el primero la conciencia de un gran destino común español, no está al presente limpia de separatismo como para que pueda entregársela sin riesgo un estatuto que ponga en sus manos la formación espiritual de las nuevas generaciones.
5. Nosotros
Cuando se dice nosotros, el nosotros más homogéneo, suelo preguntar, quizá de modo impertinente: ¿Quiénes somos nosotros? ¿Cuántos somos? ¿Qué tenemos que hacer juntos, nosotros? Y pienso en el carácter individual de la revolución: El orden nuevo, que ha de arrancar, otra vez, del individuo.
y 6. Milagro
Una sola pregunta: ¿No es milagro que, en esta tarde del otoño del año 2007, estemos aquí reunidos en nombre de José Antonio?
He llegado al final
Al final, se suele poner una frase rotunda, conmovedora, conclusiva, eso que se llama la media verónica. No voy por ahí.
Termino este discurso atípico con un breve poema del peruano Cesar Vallejo. Tomado de España, aparta de mí este cáliz. Es un poema misterioso, no escrito para ser entendido como se entiende una ecuación. Es un poema enigmático que me seduce, al tiempo que me estremece y me deja perplejo y pensativo.
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!",
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos, repitiéndole:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos
con un ruego común: "¡Quédate, hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la Tierra le rodearon.
Les vio el cadáver, triste, emocionado.
Incorporóse lentamente.
Abrazó al primer hombre.
Echóse a andar...