RAZONES Y ARGUMENTOS
La España que yo quiero
Publicado en el núm. 143 de Cuadernos de Encuentro, de invierno de 2020.
Editado por el Club de Opinión Encuentros. Ver portada de Cuadernos en LRP.
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La España que yo quiero (un sueño de verano).
Sueño con España. Y en cómo me gustaría que fuera, y en cómo desearía que la pudiésemos disfrutar los españoles.
Una España unida, definida con tanto acierto por aquel político y poeta, del que tanto aprendimos, que dijo «en sus tierras, en sus hombres y en sus clases», que con el reconocimiento de la riqueza de la variedad de sus identidades y culturas las aportaran a un proyecto común y que lejos de exaltaciones excluyentes y aldeanas, sintieran todos como propias las de los demás.
Que asumiera toda su larga y rica Historia, reconociendo sus errores y páginas negras en muchas ocasiones fruto de otras épocas, que al ser distintas, como es lógico no se pueden juzgar con ojos actuales, para intentar no repetirlos, pero sintiendo el legítimo orgullo de todas y cada una de las páginas de nuestro innegable esplendor, sus hechos heroicos, sus conquistas, el valor de sus soldados, la gigantesca herencia cultural e intelectual de sus escritores y pensadores y el arte y el ingenio de sus artistas.
Desechando el pesimismo que autores extranjeros, envidiosos de esas páginas, han conseguido inocular en muchos de nuestros compatriotas, y confundir y envenenar con sus malas artes, a nuestros otros compatriotas hispanos del otro lado del atlántico.
Que defienda la vida, en todos sus aspectos, considerándola como un don recibido y que lo haga desde la concepción hasta la muerte natural, promulgando leyes que protejan la familia, especialmente a las numerosas, a los discapacitados, ancianos y sectores vulnerables de la sociedad, acepte y respete nuestra actual Constitución, que con sus errores y deliberadas omisiones, en un momento muy difícil, fue votada favorablemente por la inmensa mayoría de los españoles, que está siendo la más duradera, y que tiene la virtud de que, por no gustar a todos, demuestra que no es imposición de una parte como todas las anteriores, sino de un deseo de demostrar que las opiniones y me atrevería a decir que la Verdad, con mayúscula, con afortunada frase de Machado, («La Verdad, no tu verdad, y ven conmigo a buscarla, la tuya guárdatela»), no es patrimonio de nadie en exclusiva, y que es preciso compartirla y respetarla.
Y lo mismo con la forma de Estado. La Institución monárquica, que con todos sus defectos e inconvenientes conocidos (algunos poco honorables que estamos conociendo ahora), sin ningún tipo de fervores ni emociones personales, pero pensando siempre en lo que puede ser mejor para España en cada momento, la que en este momento representa el rey actual, está sirviendo mejor y haciendo un necesario dique de males mayores, que fórmulas republicanas de triste memoria que hemos padecido y que intentan meternos ahora de matute.
Una España que sea capaz de cerrar definitivamente los enfrentamientos de la guerra civil del siglo pasado de la que prácticamente ya no quedan protagonistas porque ya han fenecido, y a los que a la mayoría de sus hijos, nietos o bisnietos, les pilla ya un poco lejana. Como nos pasó a nosotros cuando teníamos su edad, cuando nos hablaban de las guerras carlistas, de Castelar, de Espartero o de Pi i Margall. Historia para estudio de historiadores independientes y solventes, novelas, o películas.
Una España en la que a los creyentes se nos respeten nuestras creencias de la misma forma que a otros se les respeta su condición de laicos o ateos.
En donde cada partido o grupo tenga libertad de reunirse, dentro de las leyes o normas que nos hayamos impuesto democráticamente, y que en sus actos, puedan exhibir, con absoluto respeto a la bandera de España que es la de todos, las suyas propias, y puedan saludar con igual libertad con el puño cerrado, con el brazo extendido, o como les parezca.
Y que reconozca que, de igual forma que se ha demostrado que el dejar en manos de la Comunidades Autónomas los asuntos importantes de la salud, no es buena solución, que lo mismo haga con otros asuntos y facultades que nunca debieron delegarse.
Pero un vientecillo vivificador va disminuyendo el calor, y el letargo de la siesta, y vuelvo a esa dura realidad, más bien pesadilla, ya presentida, que efectivamente no se parece en nada al sueño anterior, sino todo lo contrario.
Porque el gobierno actual de España, en su miserable y egoísta empeño de mantenerse en el poder como sea, con quien sea y al precio que sea, a golpe de Ley y de Decreto, no tiene inconveniente en intentar trocear su unidad, suprimiendo a cada zarpazo sus señas de identidad.
La identidad, que hemos hecho posible con nuestro esfuerzo, generaciones enteras de españoles cimentada en valores religiosos, morales, patrióticos y culturales, y que valiéndose del apoyo y los votos de aquellos que su única obsesión es precisamente destruir esos valores han descubierto el filón de ir consiguiendo todo lo que querían sin necesidad de violencias ni de riesgos personales.
Lo saben bien los miembros y sucesores de ETA, que ya no les hace falta asesinar guardias civiles, policías o militares, para conseguir sus fines. Para eso ya está la complacencia y complicidad del PSOE para írselo concediendo. Lo mismo que a los independentistas catalanes, que ya están deseando que lleguen las Navidades para que los autores condenados por sus felonías sean indultados o puestos directamente en libertad retorciendo la Ley.
Mentira tras mentira, sin rubor alguno, este gobierno promete, acuerda y da por bueno hoy, todo lo que negaba ayer, y pacta con Bildu, suprime el castellano como lengua vehicular, acosa a la Justicia, compra apoyos incondicionales de jueces, fiscales, funcionarios, políticos y periodistas, con dádivas, o cargos, y se amenaza con leyes represivas a cualquier muestra de independencia o de cierta o supuesta simpatía o respeto a épocas anteriores, con absoluto desprecio a sentimientos, recuerdos, emociones creencias u opiniones contrarias a la ideología única que imponen los miembros de este Frente Popular, que va apoderándose de todos resortes del poder ante la apatía o desinterés de una buena parte de nuestra sociedad, que aterrada por la virulencia de la pandemia, y el temor a sus consecuencias económicas, se resigna mansamente, a hacer colas para poder comer en las puertas de la Iglesias o en los bancos de alimentos, o delante en las oficinas del paro para conseguir trabajo.
El panorama no se puede negar que es desolador y no vale aquello de que igual que en toda Europa o el mundo. Porque en otros países, existen iguales o parecidos problemas, pero con la diferencia de que la mayoría tienen gobiernos preparados y sensatos, con visión de Estado, preocupados por solucionar los problemas de sus países, incluso por encima de sus intereses de partido.
Y esta abulia, no solo se produce en estos temas, si no también ante las noticias que nos llegan del extranjero dando cuenta para nuestra tristeza, estupefacción y rabia, como en el continente americano, hordas minoritarias pero muy eficaces, envenenadas de odio y sobradas de ignorancia e incultura, derriban monumentos o decapitan las estatuas que recuerdan, no solo a los hombres que descubrieron y conquistaron sus tierras, sino también las de aquellos que les llevaron nuestra religión, nuestro idioma y nuestra cultura, levantando hermosas ciudades, iglesias y universidades. Y lo más importante, que unieron su sangre a la suya, en un mestizaje enriquecedor, al tiempo que promulgaron leyes ejemplares de acogida y respeto a sus habitantes.
En otro aspecto, también es preocupante, el comprobar, que nuestra sociedad va perdiendo el sentido de la importancia de la vida en su dimensión sobrenatural, olvidando que es un bien que no podemos despreciar ni disponer cuando es ajena, ni siquiera de la propia y que sufre gravísimos ataques con leyes regresivas sobre el aborto, la eutanasia, la crisis demográfica, y lo que es peor con una cada vez mayor indiferencia y aceptación de los mismos.
A lo que se une el que nuestros niños y adolescentes, a partir de este año, gracias a la Ley Celaá se van a convertir en semi analfabetos, al haber bajado el listón de conocimientos para pasar de curso, suprimido el latín y el griego, así como la asignatura de religión, privándoles de poder conocer buena parte de la Historia de la humanidad, aunque eso sí, a partir de los seis años, recibirán clases, es decir, serán adoctrinados, en «memoria democrática» para falsear la Historia, y de sexología, para que conozcan «su cuerpo y el de los demás» así como para que elijan libremente su orientación sexual desde tan temprana edad.
Estamos sufriendo una guerra, que no podemos permitirnos perder, con tres frentes abiertos:
El de la pandemia del cobid-19 que si Dios quiere iremos frenando o acostumbrándonos a él. El económico que iremos remontando, porque hay voluntad colectiva de hacerlo aunque tardemos un poco. Y el político, con un enemigo muy claro pero de mucha más dificultad de solucionar.
El objetivo en que los partidos no frentepopulistas coinciden, es que es necesario desplazar del poder al actual gobierno. Pero ninguno renuncia a ser una parte de un todo, único modo de lograrlo. Todos quieren, unos con más razón que otros, capitanear la manada, en ser los machos alfa de una imprescindible coalición.
Eso los dirigentes de los partidos, porque los simpatizantes o votantes de esa operación, coincidiendo en ese mismo objetivo, se dedican en su mayoría, como en la fábula de las liebres, en discutir haciendo mohines, de una forma suicida si quien les persigue son galgos o podencos, sin darse cuenta de que cuando lleguen, y ya están casi aquí, les va a dar igual, porque no van vivir para contarlo. Es decir que van, que vamos, a tener Pedro Sánchez para rato.
No quisiera terminar sin apuntar algunas cosas, que aunque a primera vista podrían, esas sí, elucubraciones de verano, puedan parecer imposibles o muy poco probables, pero que la Historia y sobre todo las hemerotecas, dan fe de que en política puede haber muchas sorpresas.
Por ejemplo y entre otras: Las autoridades comunitarias de Bruselas, ya hay algunos signos, podrían desbaratar lo presupuestos del PSOE y dificultar la llegada de los ansiados fondos europeos. Algo que podría cambiar algunas de las piezas del tablero político.
En el mismo sentido, con ese desparpajo de afirmar rotundamente una cosa, y defender hoy, lo que se negaba ayer, si lo considerara necesario para afianzar su situación, el gobierno socialista pudiera tener la tentación de desprenderse de alguno de sus socios (en el fondo ni se pueden ver, ni ninguno se fía de los otros), y el panorama vuelve a modificarse.
O que el hartazgo, no ya de ciudadanos de una u otra ideología, sino de esos ya millones de españoles que se sienten engañados en lo sanitario, ninguneados en lo administrativo, indignados por no cobrar los subsidios prometidos o que tienen que cerrar negocios o empresas y aumenta su dificultad para comer cada día, de pronto digan basta, y haya un conflicto social importante que provoque un adelanto de elecciones.
En cualquier caso, vamos a intentar pasar las Navidades lo mejor posible sin dejar que las limitaciones sanitarias nos hagan olvidar ni disminuir su auténtico sentido religioso y familiar, y pidamos al Niño Dios, que no nos deje perder la esperanza de que como otras veces, y en peores circunstancias, tras los duros inviernos, vuelvan prometedoras primaveras.
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