ARGUMENTOS

Existencialismo o pensamiento existencial

Existe una fundamental diferencia entre el pensamiento existencialista y el pensamiento existencial. El primero es un fiel continuador de la filosofía moderna. Por el contrario, el pensamiento existencial busca el anclaje del existente, del hombre en el ser.

Artículo publicado en Cuadernos de Encuentro, núm. 151, de Invierno de 2022/23. Ver portada de Cuadernos de Encuentro en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín de LRP.

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Existencialismo o pensamiento existencial

Existencialismo o pensamiento existencial


Hace como un mes en la presentación de tres libros míos me comentó un dilecto amigo: «Veo que en Wikipedia te consideran un filósofo existencialista; ¿pero el existencialismo no posee una gran carga negativa?». Salí del paso con una respuesta ligera y circunstancial que no me dejó conforme y es por esto por lo que va esta breve nota.

El existencialismo fue una corriente filosófica que surgió como consecuencia de las dos guerras mundiales. Tuvo muchas variantes: en filosofía, Sartre, Marcel, Lavelle, Merlau-Ponty, Le Senne, Cioran, Jaspers, Castelli, Abbagnano. En literatura, Dostoyevski, Chestov, de Beauvoir, Camus, Papini. Hubo además pensadores cercanos: Ortega y Gasset, Simone Weil, Viktor Frankl.

Sus rasgos fundamentales no son sólo, como afirma Hans Jonas, una separación profunda entre mundo y naturaleza, sino entre mundo natural y sobrenatural (Dios, lo sagrado, alma, espíritu, creencias, etc.). Si bien algún que otro filósofo fue creyente, como el caso de Gabriel Marcel o Louis Lavelle, en su mayoría fueron ateos y agnósticos, como Heidegger, Sartre, Jaspers, Abbagnano o Cioran.

Esta idea fuerza, esta separación profunda, generó ese desgarro existencial y cosmológico que lo caracterizó.

Sin embargo, debemos distinguir seis filósofos que, si bien se movieron en la temática próxima, no fueron pensadores propiamente existencialistas, sino más bien existenciales: Kierkegaard, Bergson, UnamunoLavelle, Abbagnano, y Heidegger, quienes centran su pensamiento en la existencia como «algo dado», como «sujeto concreto», como «ser ahí». O que nos hablan de una metafísica existencial o de la existencia como realización de la esencia: «La metafísica del ser debe resolverse en metafísica existencial [...]. Existir es la búsqueda o problema del ser» (Abbagnano dixit). «¿Por qué existe el ente [lo que es] y no más bien la nada» (Heidegger dixit).

La verdad dejará de ser, como para los existencialistas, el acuerdo de la razón consigo misma, con la subjetividad que la sostiene, para transformase en «lo que aparece, en lo que se muestra a la conciencia». Será desocultamiento, alétheia.

El rasgo común de ambas es una cierta desconfianza en la razón que considera la vida, la muerte y el destino del hombre en general, y no mi vida, mi muerte y mi destino, buscando así la recuperación del hombre singular que no quiere ser un individuo al que se puede encerrar en un género. Ese ser singular es único, irrepetible e inconfundible: soy yo y no otro, va a afirmar Le Senne.

La filosofía existencial no es una filosofía del conocer o limitada al conocer, como la existencialista, sino que es una filosofía del ser y de la búsqueda del sentido del existir: «El hombre que realiza su esencia en la existencia es el hombre libre, y en cuanto libre participa de la creación de Dios» (Lavelle, De l’être).

El conocimiento intuitivo dejó de ser una conformidad de la intuición consigo misma y pasó a ser la conformidad de la intuición con el devenir de la realidad. Es decir, que no juzga la realidad en función de la intuición, como hace el existencialismo, sino de la intuición en función de la cambiante realidad.

El hombre existe cuando vive dentro de su propia muerte, cuando la asume como su última posibilidad, cuando la vive como la más propia de todas las posibilidades que le ofrece la vida. La filosofía no es otra cosa que preparación para la muerte, enseñó Platón.

El aspecto negativo del existencialismo es muy grande (escuchen la letra del tango Tormenta del poeta Enrique Discépolo: «Dios, lo que aprendí de tu mano no sirve para vivir...»), la exaltación del capricho subjetivo, la negación de lo sacro, la perdida de sentido, la desazón infinita. Mientras que el pensamiento existencial, cargando incluso con muchos de estos temas, posee una preocupación ontológica de la conciencia dirigida hacia los entes en su realidad finita.

Cornelio Fabro (1911-1995), ese gran filósofo italiano postergado y dejado de lado por las cátedras universitarias, afirmó que «el pensamiento existencialista habla de la existencia como equivalente a ser». Mientras que, para el pensamiento existencial, agregamos nosotros, el ser es el sentido de la existencia y permite su presencia. Esse coesse est = ser significa coexistir, afirma Marcel. Los otros y Dios mismo viven en la coexistencia.

Pierre Boutang (1916-1998), el último gran filósofo existencial, afirma: «Parménides sabe por tanto que el pensamiento no puede ser captado fuera de un “habla”, y que esta denominación originaria se da en los entes, de modo que el logos dice el ser de los entes» (Ontologie du secret, Paris, 1973, 2da. 2009).

La metafísica de Boutang es el desvelamiento del secreto ta musthria = ta mysteria, como estructura original del Ser, estructura original en el sentido preciso de que el desvelamiento o la revelación secreta del Ser es la primera condición de toda ontología fundamental.

Vemos entonces cómo existe una fundamental diferencia entre el pensamiento existencialista y el pensamiento existencial. El primero es un fiel continuador de la filosofía moderna, pues está centrado en el conocer e intenta una metafísica de la subjetividad. Por el contrario, el pensamiento existencial busca el anclaje del existente, del hombre en el ser. Es raigalmente metafísico.


Post scriptum: Como es un honor para mí, doy a conocer lo que me dice en carta del pasado 30 de septiembre del gran pensador e historiador chileno Joaquín Fermandois, quien trabajó con el historiador y discípulo de Heidegger Ernst Nolte: «Estimado Alberto, lo que usted envía, es una preciosa pieza minimalista. Un saludo afectuoso».