RAZONES Y ARGUMENTOS
Gonzalo Cerezo Barredo y su «Estado de malestar»
El punto crucial en el que buscamos explicaciones sin encontrarlas, es el descontento en el mundo occidental, es decir, el malestar en el estado de bienestar. (...) El descontento occidental es el fruto indeseado de la sociedad opulenta. Parece responder al principio de cuanto mejor, peor.
Publicado en el núm. 143 de Cuadernos de Encuentro, de invierno de 2020.
Editado por el Club de Opinión Encuentros. Ver portada de 'Cuadernos' en LRP.
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Gonzalo Cerezo Barredo y su «estado de malestar»
En medio de esta época insegura de la pandemia del coronavirus y de la incompetencia de nuestro gobierno, los españoles hemos visto trastornada nuestras vidas como nunca hubiéramos podido pensar que podía ocurrir. Los que ya tenemos años, noventa y dos, hemos pasado por dramáticas situaciones pero lo que está ocurriendo durante ya casi un año nunca creíamos que podría ocurrir, ni nunca hemos sentido orfandad, porque dentro de los difíciles momentos que hemos atravesado, siempre hemos sentido que España estaba gobernada con sensatez, sentido común y buena voluntad, aunque pudiera equivocarse, pero ahora…
La sensación es que nada ni nadie sabe lo que pasa, dentro de un cúmulo de confusas actuaciones fuera de la realidad con normas contradictorias y sin objetivos claros de futuro. Todo este exordio viene al caso de que se ha roto la normalidad de nuestras vidas y la comunicación humana y directa con las personas.
En el número 140, correspondiente a la primavera del 2020, de la revista Cuadernos de Encuentro, encontramos un artículo de Gonzalo Cerezo Barredo con el sugestivo título Estado de malestar [1], que por su contenido merece ser comentado y tenido en cuenta, también, por las circunstancias biográficas del autor que ya adelanto que era un entrañable amigo de muchos años de peripecias comunes.
La preocupación y dictamen central del artículo está en que «en contraposición al estado de bienestar a que aspiran la sociedad occidental contemporánea, se empieza a hablar hoy en día de lo que pudiera definirse como "estado de malestar"». Esta contraposición se manifiesta en un descontento que, desde hace años, se produce en calles y plazas de diversos países, mediante violentas demostraciones de protesta y malestar.
Efectivamente, según Cerezo, vivimos tiempos turbulentos que entiende que suelen ocurrir «en encrucijadas históricas que aventan profundos cambios en el entorno social». Aunque inicialmente están las protestas de 1964 en Berkeley por la guerra de Vietnam, considera que el hito primario de esta evolución es el Mayo francés del 1968 que de considerarse inicialmente con un significado político, con el transcurso del tiempo ha ido cobrando «un significado de hondo calado sociológico, antropológico e, incluso, filosófico». Las protestas en 1970, en Alemania, por la crisis de los misiles, las del gigante chino que culminaron en la plaza de Tiananmen con la cruenta represión del régimen, a finales de los ochenta, dentro de la tensión de la «guerra fría».
Este periodo pareció aliviado y llenó de optimismo y regocijo al mundo occidental con el acontecimiento crucial de la caída del Muro de Berlín en 1989, consecuencia de la descomposición de la Rusia Soviética y sus satélites europeos. Sin embargo, poco duró esta euforia y optimismo, creyendo que la paz y la concordia se habían apoderado de Europa y Occidente. Desgraciadamente surgió de nuevo la violencia a través de los llamados chalecos amarillos en Francia y desde la primavera árabe 2010, han alcanzado su cenit las protestas y aparecido turbulentos movimientos de masas en estos últimos años del siglo XXI.
Personalmente, estoy de acuerdo con los ejemplos de malestar y protesta que nos presenta Gonzalo Cerezo y que quiere corroborar con el contenido que Andrés González Martin presenta en su obra El año de Joker, que afirma que estamos en una época de protesta global. Esta generalización la considero exagerada si tratamos de identificar las causas y explicaciones de la protesta, ya que entiendo que pueden ser significativamente diferenciados y, por lo tanto, no se pueden englobar en un único significado, entre otras razones porque el malestar en el bienestar es muy diferente que el malestar que quiere alcanzar un mínimo de humano bienestar.
Las razones, causas y objetivos de la protesta global son diferentes ya que al haber alcanzado, el mundo occidental, un atractivo estado de bienestar puede considerarse como señuelo y acicate para aquellos que permanecen en un situación de malestar infrahumano y quieren, con todo el derecho, alcanzar un satisfactorio bienestar.
El propio Gonzalo Cerezo, al aceptar la tesis de González Martín, señala que si bien los diversos países que van desde Hong Kong a Chile, extremos del cordón violento e incendiario, pasando, entre otros por India, Irán, Egipto, Túnez, Brasil, etc., presentan protestas y se pueden identificar causas locales pero en todas ellas pueden encontrarse explicaciones de mayor calada.
Efectivamente, comparto esta opinión pero entiendo que la razón del estado de malestar habría que diferenciarla a través de situaciones locales aunque haya un fondo de objetivos y deseos universales.
El punto crucial en el que buscamos explicaciones sin encontrarlas, es el descontento en el mundo occidental, es decir, el malestar en el estado de bienestar. El malestar en este mundo desarrollado que es el mejor hasta ahora alcanzado, lo cual no quiere decir que no pueda ni deba mejorarse, superando las incongruencias que en él se presentan, surgiendo movimiento voluntaristas que pretenden configurar la historia a su medida mediante medidas abstractas y pretenden destruir lo existente para luego construir su utópico bienestar.
Es precisamente en los países más adelantados del bienestar material, y con sistemas avanzados de libertad y democracia, donde el malestar desde el bienestar se produce en una juventud educada con todo su alcance y sin carencia sensibles. Como Gonzalo trae a colación, Huntington, en su choque de civilizaciones, considera que el descontento occidental es el fruto indeseado de la sociedad opulenta. Parece responder al principio de cuanto mejor, peor.
En el planteamiento de González Martin se atribuye esta explosión social al menos a tres factores: Sería el primero, la autonomía individual frente a cualquier ética, creencia o proyecto para afirmar su opción sin necesidad de justificación coherente. Una segunda, podría ser la desconfianza con el legado cultural y social heredado. La tercera, la pérdida de confianza en el futuro. Siguiendo el hilo de la obra y autor citado, Gonzalo Cerezo viene a señalar que el optimismo y satisfacción de tener por delante un futuro abierto ha desaparecido. «La falta de liderazgo y magisterio; la desesperanza en un futuro incierto; la desafección a las instituciones presuntamente referenciales…, unido todo ello a la desconfianza en los instrumentos socializadores de integración comunitaria, que habían servido a las generaciones anteriores (familia, medios de comunicación, asociaciones, partidos…) ha situado a la juventud en el epicentro de la lucha social. Contrariamente a sus progenitores carecen, sin embargo, de proyecto, programa o ideal constructivo. Su único vínculo y única razón de ser, parece consistir en la protesta por la protesta».
Termina su artículo aceptando la conclusión desasosegada que ofrece González Martín, de que la cólera no va a ceder: «No hemos hecho otra cosa que inaugurar una era marcada por el descontento y la pasión». Pero junto a todo esto, Gonzalo Cerezo recuerda que en el contexto de este planteamiento viene a resultar oportuno el recuerdo del anticipado diagnóstico de Ortega y Gasset en su Rebelión de las Masas, abriendo un camino que ha venido advirtiendo desde hace un siglo: el proceso negativo que lleva la Civilización Occidental. Efectivamente, Ortega, precursor, y otros pensadores posteriores quisieron advertir y buscar las causas de ese devenir hacia la autonomía personal sin barreras éticas, la desconfianza y, aun peor, desprecio por el legado cultural y social heredado y la pérdida de la confianza en el futuro.
No es este el momento para indagar el pensamiento de estos autores, porque merece una amplitud y atención más amplia, dentro del apasionante tema planteado por Gonzalo Cerezo en su sugestivo artículo Estado de malestar. Efectivamente existen magníficos estudios sobre lo que nos está pasando, pero, desgraciadamente, nadie nos ha dicho que es lo que se tiene que hacer para superar esta decadente situación.
Esta breve y modesta glosa del artículo de Gonzalo, además de su merecimiento por haber recordado el punto álgido y clave de nuestro tiempo, representa un entrañable recuerdo al amigo y camarada en los ideales joseantonianos de España y de Europa, que nos hemos enterado de su muerte, sin conocer sus circunstancias, en medio de esta pandemia que ha trastocado nuestras vidas como nunca se nos hubiera pasado por la cabeza.
Gonzalo Cerezo era una mente clara, con una gran capacidad de análisis, siempre sereno y conciliador, pero con firmes creencias políticas, sociales y religiosas. Era un profundo cristiano abierto a la libertad y a la dignidad de la persona, como creada por Dios y caminando en el quehacer de su vida, a la vida eterna que nos abrió Jesucristo. Hemos disfrutado de su siempre interesante y profunda conversación y cuando él hablaba en nuestras comidas mensuales de Plataforma o el anual del 29 de Octubre era escuchado con atención porque siempre su aportación era sustanciosa y constructiva. Con el también entrañable Eduardo Navarro, Gonzalo y yo fuimos los coordinadores del libro Homenaje a José Antonio en su Centenario (1903-2003), que fue el primer gran libro que, siempre con el impulso y entusiasmo del inolvidable secretario general, Jaime Suarez, publicó Plataforma 2003; en esa misma fecha inició la amplia biblioteca publicada por esa asociación que culmina con las Obras Completas de José Antonio Primo de Rivera, con el deseo de dejar constancia para la memoria colectiva de nuestro tiempo y para las generaciones futuras, «como patrimonio común de todos los españoles, al que pertenece por su vida y su muerte», como afirmó desde el principio la clarividencia de Jaime Suarez. Los que vamos quedando, lamentamos profundamente la pérdida del magisterio de Gonzalo Cerezo Barredo y estamos seguros que con su firme esperanza cristiana haya alcanzado la meta de Dios.
Escritor y periodista asturiano, que fue miembro de Plataforma 2003, murió en Madrid el pasado 19 de marzo, recién cumplidos los 94 años, afectado por coronavirus.
Publicada por La Razón de la Proa en Domingo, 22 de marzo de 2020
[1] Último artículo de nuestro amigo y colaborador antes de que nos dejara a causa del covid (N. de la R.). Leerlo aquí...
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