RAZONES Y ARGUMENTOS
Miscelánea del pensamiento joseantoniano.
Artículo recuperado de diciembre de 2020. Recibir el boletín de La Razón de la Proa
Miscelánea del pensamiento joseantoniano. ¡Abajo esto! ¡Abajo lo otro!: consignas estériles
A veces nos lamentamos de que la prematura muerte de José Antonio interrumpió el torrente de su pensamiento, de tal forma que quedaron sin terminar las elaboraciones doctrinales de muchos de sus postulados, sobre todos los concernientes a las áreas prácticas de la vida nacional: la organización del Estado, las propuestas laborales y sindicales, el desarrollo económico y social, etc.
Es cierto: la obra intelectual de José Antonio no debe considerarse como un ‘manual de instrucciones’ para la gestión de la ‘res publica’. Pero opino que esto también tiene sus ventajas. Si nos hubiera dejado un manual de uso, éste pronto se convertiría en un catecismo, y éste en un compendio de dogmas prácticamente inamovibles. Tales formulaciones llevan irremediablemente a la esclerotización del cuerpo nacional y social, tal como demuestra invariablemente la Historia.
Lo que nos legó José Antonio es otra cosa: principios, valores, ideales. Estos vienen a ser como la lamparita que alumbrará lo que es preciso descubrir en cada recodo del camino. Uno de esos principios es el de la necesidad de tener un espíritu positivo ante la vida: un espíritu de fe, de esperanza, de alegría, propositivo, de entrega, de belleza, de amor... Quiérese decir que, a la inversa, es también necesario combatir contra todo lo opuesto a tales virtudes: el negativismo, la increencia, la desesperación, la tristeza, el egoísmo, la bajeza, el odio.
En términos sociológicos, tal vez esto cuesta de entender más que en términos psicológicos; caracterizamos muy bien a los individuos de espíritu negativo, pero tenemos cierta dificultad al intentar distinguir a sociedades corroídas de tal espíritu. Pero para eso está el discernimiento.
José Antonio predicó para quienes le seguían, y por ende para la sociedad entera, el deber de luchar por asumir un espíritu positivo en la lucha por una España mejor. Lo hizo en varias ocasiones, expresándolo de diferentes modos. Para él, profeta de luz en la turbulenta época que le tocó vivir y actuar, el espíritu negativo, hosco, destructivo, estaba instalado en el armazón del materialismo histórico predicado por Marx. En el discurso que pronunció en el Teatro Liceo, de Ávila, el 11 de enero del 36, lo hizo así:
Contra la fe comunista hay que levantar otra fe; no basta una simple negación. El hacer propagandas contra eso y contra lo otro es insuficiente. No gritemos más ‘abajo’, y sí gritemos, como hace siempre la Falange, ‘arriba’: ‘Arriba España’, como expresión entera de un contenido espiritual y humano: la Patria, el pan y la justicia.
Y en el número 28 de Arriba del 16 de aquel mismo año, lo remachaba de la siguiente forma en el artículo titulado Ante las elecciones:
Contra’ el marxismo, ‘contra’ el separatismo’… no basta. En los siglos en que fue madurando lo que iba a culminar en Imperio no se decía: ‘’Contra los moros’, sino ‘Santiago y cierra España’, que era un grito de esfuerzo, de ofensiva. Nosotros, aleccionados en esa escuela, somos poco dados a gritar ‘abajo esto’, ‘abajo lo otro’. Preferimos gritar ‘¡Arriba!’, ‘¡Arriba España!’. España una, grande y libre, no desalentada y mediocre. España, no como vana invocación de falsas cosas hinchadas, sino como expresión entera de un contenido espiritual y humano: la patria, el pan y la justicia.
Creo que este espíritu quedó muy bien impreso en la primera Falange y, después, en las diversas ramas en que se ha ido asentado el joseantonianismo. El cancionero azul está repleto de alusiones a la vida, a la lucha por una Patria justa y alegre, a la ofrenda del sacrificio, a la hermandad, a los más altos ideales; y las breves consignas han sido, continúan siéndolo, píldoras de esperanza, de fuerza, de entrega.
¡Vale quien sirve!, Per aspera ad astra, ¡No importa!, La Polar es lo que importa… son vitaminas que nos siguen manteniendo en despierta centinela.
Es justo reconocer, sin embargo, que nos hemos ahormado a cierto decaimiento que han traído los tiempos. Pero quiero creer que donde hubo fuego sigue habiendo ascua, y que esa ascua es inextinguible: se llama España, se llama civilización cristiana. Estamos en tiempo de resistencia, y debemos prepararnos para una nueva Reconquista.
¿Es ésta una retórica vieja y caduca? Hagamos abstracción de la prosa: siempre tendremos la poesía. La poesía que promete, no la que destruye. Esa que, como dijo también José Antonio, es la única que mueve a los pueblos.