ARGUMENTOS

Mujeres y hombres somos complementarios.

Se debe establecer una auténtica igualdad legal de oportunidades para que todas las personas, mujeres u hombres, tengan igual ocasión de estudiar, prepararse y obtener puestos de trabajo.


Publicado en la revista Altar Mayor (n.º 162 | 2014). ​Ver portada de Altar Mayor en La Razón de la Proa. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.​

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Mujeres y hombres somos complementarios.

Mujeres y hombres somos complementarios


Son tantas las cosas que actualmente se leen y oyen sobre la relación habida entre hombre y mujer en el pasado, y sobre los cambios en ella debidos para lograr su igualdad, que uno se siente inducido a opinar sobre el tema, siquiera sea por si acertase a dar alguna idea en pro de la verdad y la concordia en ese campo.

Parece evidente que a toda persona humana, mujer u hombre, le corresponden los mismos derechos, séanle éstos reconocidos o no, y que, por tanto, deben tener igualdad de oportunidades. Diríamos que en este sentido sólo existe un género, el humano. Pero, establecido esto, salta a la vista que los hombres somos diferentes unos de otros, que las mujeres los son también entre sí y que al intervenir la variable sexo las diferencias interpersonales se hacen más notables y complejas.


Algunas diferencias originarias


Las diferencias entre hombres y mujeres, acentuadas por las distintas funciones que históricamente han venido desempeñando, y más destacadas porque afectan al total de ambas mitades, no parecen ser sólo anatómicas.

Según puede verse en el estudio publicado en Psychological science del día 12-12-2008 por Scott P. Johnson y David S. Moore,...

«Las mujeres y los hombres tienen capacidades cognitivas ligeramente distintas en algunos aspectos. Mientras que las mujeres están más preparadas en destrezas verbales que los hombres, muchos estudios demuestran que los hombres adultos tienen ventaja en habilidades espaciales como la rotación mental de objetos». Y esto, cuyo carácter innato o aprendido se viene discutiendo hace 30 años, parece ser innato, puesto que se dice probado que esta ventaja «ya está presente en niños de 5 meses» [1].

Son muchos los estudios realizados sobre el cerebro humano y los diversos aspectos de esas diferencias [2]. Entre ellos cabe destacar los de Ignacio Morgado Bernal, catedrático de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona, por sus numerosas publicaciones y prestigio actual [3]. Asegura éste que entre el cerebro de la mujer y el del hombre...

«Hay diferencias biológicas, tanto neurológicas como hormonales: diferencias en los circuitos del cerebro, en neurotransmisores [, y] en sustancias químicas». Dice también que «El cerebro del hombre pesa 100 gramos más que el de la mujer, pero el de ésta tiene mayor cuerpo calloso, un paquete de millones de fibras nerviosas que comunican los dos hemisferios del cerebro». De ello parece resultar que «El hombre supera a la mujer en destreza y habilidad motoras, en orientación, en razonamiento matemático, entre otras aptitudes. La mujer es mejor que el hombre en movimientos fijos y precisos de manos y dedos, en cálculo y computación matemáticas, en la percepción sensorial (salvo en visión, equiparable en ambos), en fluidez verbal y en comunicación emocional, o expresión corporal» [4].

En el mismo sentido se manifiesta el neurólogo Hugo Liaño Martínez, profesor titular de la Cátedra de Neurología de la Universidad Autónoma de Madrid y, entre otras cosas, jefe del Servicio de Neurología del madrileño hospital Puerta de Hierro, con muy prestigiosas aportaciones sobre el cerebro y sus diferencias [5]. Sus tesis, muy comentadas en Internet [6], vienen a coincidir con las de Morgado al señalar que entre mujeres y hombres existen...

«Diferencias cognitivas, o sexodiferencias» y «que en el cerebro del hombre hay más neuronas, y en el de la mujer más conexiones». Señala también que «Gracias a pruebas radiológicas podemos ver qué estrategias y caminos sigue una información a través del cerebro. El hemisferio derecho [dice Liaño] es responsable de los datos visoespaciales, y también de los musicales; es constructor y geómetra. El izquierdo está más capacitado para procesar el lenguaje, los números y la conciencia del yo. Pues bien, en las niñas el hemisferio izquierdo funciona antes que en los hombres: a los 2 años suele estar activo, frente a los 5 años en los varones. Los niños tardan dos años más en decidir si son diestros o zurdos. Y las niñas tienen menos trastornos disléxicos que ellos».

Su diferencia se manifiesta en el empleo de «estrategias cognitivas diversas, es decir, vías y tácticas diferentes para aprender lo mismo». Por lo demás, al igual que Morgado, considera que de eso no se deduce que sea o no mejor la educación separada, que es el tema central del trabajo de Sánchez Vallejo en que se le citan estos textos: «Las diferencias cognitivas [concluye Liaño] existen científicamente hablando, y punto» [7].

Sin embargo, en atención a esas y otras diferencias análogas se explica que, según señala Sánchez Vallejo en el título de dicho artículo (Niños y niñas separados contra el fracaso escolar), la educación diferenciada se extiende, en distintas formas, por muchos países: así, por ejemplo, en Alemania, cuya socialista ministra de Educación, Ingrid Stahmer, apoyada por el Senado de Berlín, puso en marcha el año 1999 la educación diferenciada, en 158 colegios públicos, como medida de discriminación positiva con que «evitar que las mujeres queden relegadas académicamente o limitadas en la elección de su carrera profesional». Y algo parecido se tiende a hacer en otros «estados alemanes, como Renania-Westfalia, que se plantean seguir el modelo de Berlín»; y en «Estados Unidos, donde hoy hay 366 escuelas públicas 'single-sex', frente a la media docena escasa de 2003», según dice José María Barnils, responsable de la Asociación Europea de Centros de Educación Diferenciada (EASSE, en sus siglas en inglés), que citamos por lo dicho allí, donde avala los datos de sus buenos resultados señalando que «esto es pura estadística» [8].

En el ámbito español hay que destacar la obra de María Calvo Charro, profesora en la Universidad Carlos III y presidente de EASSE en España [9]. Es madre de dos niños y dos niñas y firme defensora de que «la educación diferenciada garantiza en mayor medida la igualdad de oportunidades», además de contribuir a los mejores resultados en cada uno. De ahí que, tras señalar los claros resultados de investigaciones análogas a las aquí referidas, lamenta el perjudicial escollo que su aplicación a las actividades educativas encuentra en «el empeño por despreciar las diferencias entre sexos».

Diferencias que son, dice, muchas, muy significativas e innatas.

«…su origen [añade] se encuentra en las diferencias estructurales y funcionales entre el cerebro femenino y el masculino, existentes incluso antes de nacer», según han demostrado «los más prestigiosos científicos». Y «Estas diferencias cerebrales provocan no sólo que el ritmo de maduración de niños y niñas sea diferente, sino que además sean distintos en intereses; aficiones; gustos; juegos; forma de socializarse; de exteriorizar los sentimientos; reacciones ante idénticos estímulos… tantas cosas. […] Ni mejores, ni peores, tan sólo maravillosamente diferentes» [10].

Estas diferencias son en parte reconocidas también por los partidarios de la coeducación, que es la modalidad establecida en los centros públicos de España, sólo que se equiparan con otras procedentes del distinto nivel educativo de los padres, de la condición de inmigrante, nivel económico y algunas otras, y defienden que con la coeducación se logrará una mayor integración e igualdad, además de un menor coste económico; mientras que los partidarios de la educación diferenciada dicen buscar el mayor nivel posible de excelencia en cada sexo e individuo, lo cual redundaría en el conjunto integrado finalmente. Unos tienden a borrar las diferencias; los otros a aprovecharlas. No entraremos aquí en la polémica de quién tiene más razón. Las de unos y otros están ampliamente publicadas, y muchas de ellas pueden verse, por ejemplo, en la revista digital justitia sacerdos del 06/06/2011, donde consta la dirección de numerosas páginas de Internet sobre ese tema [11].

 

[4] Citado en María Antonia Sánchez Vallejo, Niños y niñas separados contra el fracaso escolar, publicado en elpais.com del 13-02-2008 (http://elpais.com/diario/2008/02/13/sociedad/1202857201_850215.html).

[7] En trabajo y lugar referido en nota n.º 4.

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