EDITORIAL
La Hispanidad, idea revolucionaria
Frente a la hispanofobia no caben actitudes reaccionarias, sino afirmaciones rotundas, cristianas y españolas, rebeldes y revolucionarias, que se encierran en el concepto, idea y conciencia de la Hispanidad.
Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de octubre de 2020, recuperado para ser nuevamente publicado en octubre de 2023. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.
La Hispanidad, idea revolucionaria
Estamos en momentos prestos al equívoco y a la mentira, producto de la ignorancia de unos y de la insidia de otros sobre el concepto e idea de la Hispanidad. Hay quien lo reduce a invocaciones huecas de la historia, en deterioro de su actualidad; hay quien lo identifica estúpidamente con una forma vulgar de imperialismo, y hay quien, simplemente, lo rechaza porque aluce a la tarea histórica de España.
Entre estos últimos se encuentran, cómo no, los separatismos, de aquí y de allá, es decir, los nacionalismos identitarios e irredentos en Europa (con los de España, tristemente, a la cabeza) y los indigenismos de América.
Entre los segundos, actúa de punta de lanza el neomarxismo, enemigo acérrimo de la cultura occidental y de la evangelización y del mestizaje, propios de la labor española.
Entre los primeros, por fin, estaría la derecha más conservadora, incapaz de combatir a los mencionados en el presente y de aportar nada interesante para el futuro, como no sea la sumisión al hipercapitalismo.
La cuestión es que, a este y al otro lado del Océano, está en entredicho la Hispanidad, que, más que una palabra, es una Idea y una conciencia común de muchos de los habitantes de los pueblos mestizos que no comulgan con ninguna de las versiones torticeras o inanes mencionadas.
Dice la analista argentina María Lilia Genta que la ruptura del espíritu de la Hispanidad se dio, primero, en la Península y luego, por natural reflejo, en América, y es cierto: fueron nuestros afrancesados, ilustrados a la violeta y componentes de las logias masónicas quienes propagaron en ambos territorios las ideas disolventes.
Esas ideas y sus derivaciones actuales son las que, hoy en día, nos llevan, a través de la mundialización, al establecimiento del imperio financiero del Nuevo Orden Mundial; este imperio hace tábula rasa de los valores eternos de la persona –su dignidad, su libertad, su integridad, su trascendencia, su sociabilidad…–; quiere reducirla a la pesadilla del homo económicus (producir y consumir, como únicas metas en la vida) y desarmonizar al ser humano de sus ámbitos de convivencia y de historia.
Es decir, lo opuesto a Hispanidad, que es universalidad civilizada y civilizadora, basada en el concepto trascendente de la vida, en el mensaje cristiano de la igualdad esencial del género humano como criaturas de Dios y en la búsqueda incesante para hallar nuevos caminos de entronización de la justicia.
De ahí que lo hispano adquiera genuinamente un carácter de rebeldía frente a lo establecido, un verdadero sentido revolucionario ante el conformismo, la sumisión o la pose de inadaptados.
A los problemas específicos de cada nación hispana se une, pues, el problema más hondo, que suele ser la causa de todos ellos: la negación de una herencia y la posibilidad de un proyecto común: herencia que es cultura y proyecto que es misión.
Frente a la hispanofobia no caben actitudes reaccionarias, sino afirmaciones rotundas, cristianas y españolas, rebeldes y revolucionarias, que se encierran en el concepto, idea y conciencia de la Hispanidad.