La ignorancia y la perversidad

Una ola de vandalismo iconoclasta se extiende por el mundo occidental. Como otra epidemia, el odio sobrepasa los límites del presente y se extiende hacia la historia. Se derriban o emborronan estatuas, se quiere hacer tábula rasa de todo un pasado del hombre, que, como todo lo humano, tiene sus luces y sus sombras.

Cae, por ejemplo, la figura de Baden Powell, fundador del escultismo y guía de todos los movimientos juveniles en Gran Bretaña; se abate la imagen de Fray Junípero Serra, protector de los indios, en los Estados Unidos; se abomina de Cristóbal Colón y de la Reina Isabel, gracias a los cuales existió un Nuevo Mundo; la efigie de Cervantes es acusada de fascista… ¿Para qué seguir?

Hace décadas que este vandalismo se ha apoderado ya de España, por lo que no nos cae de nuevo; recordemos que, en nuestra ciudad de Barcelona, la estulticia de una alcaldesa también motejó de facha ¡al almirante Cervera! Y cosas peores hemos ido viendo aquí, incluyendo innumerables destrucciones escultóricas al modo talibán, profanaciones de sepulturas y elogios y exaltaciones de lo más aberrante.

Siempre queda la duda de si es ignorancia o perversidad. Acaso una combinación de ambas cosas, pues la maldad puede venir del error o este de una conciencia torcida por naturaleza.

Por la parte que nos toca, afirmamos y defendemos, en primer lugar, todo el legado español en América, al cual debe, para empezar, su propia existencia. Y, a renglón seguido, todo el legado histórico europeo, que es, en definitiva, el que ha dado lugar a una cultura universal.

Frente a los talibanes de la ignorancia y de la perversidad.