NUESTRA MEMORIA | SEMBLANZAS
En el 52 aniversario del fallecimiento de Manuel Hedilla.
En abril de 1937 un grupo de disidentes falangistas trataron de destituir a Manuel Hedilla como jefe nacional de Falange Española de las JONS. Para tal fin hicieron circular un bulo que lo tildaba de persona poco dotada para el cargo. Su gestión para nada concuerda con esa falacia de la presunta ineptitud.
Publicado en la revista Gaceta de la FJA de FEB/2022. Ver portada de la Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de LRP.
Sobre la jefatura de Manuel Hedilla al frente de FE de las JONS.
Se cumplen en febrero de este año 52 del fallecimiento de Manuel Hedilla, segundo jefe nacional de Falange Española de las JONS, y he querido escribir unas líneas pero no acerca de lo que bastante gente se supone que ya conoce, es decir sobre el Decreto de Unificación y los sucesos de Salamanca de abril de 1937, que no por manidos necesitarían de una revisión histórica. Pero ese no es el motivo de hoy.
Quiero escribir acerca de un bulo que de tanto repetirse llegó a calar en muchas personas e incluso en algunos historiadores que, sin mayor profundidad y estudio, lo daban como bueno. Me refiero al calificativo de persona poco dotada con que se tildó a Hedilla durante muchos años, eso sí, siempre acompañado a modo de coletilla, y dando la de arena, como de honesto. Muchos colaboraron en la propagación del bulo a sabiendas de su falsedad haciéndolo sobre todo como autojustificación de su comportamiento.
La descalificación tiene su origen en el grupo de disidentes falangistas que en abril de 1937 trataron de destituir ilegalmente a Hedilla, colaborando inconscientemente con su actuación en la promulgación del referido Decreto de Unificación, que sin lugar a duda se precipitó con su indisciplina.
En el pliego de acusaciones contra Hedilla le llamaron analfabeto, en concreto inepto por su analfabetismo, si bien es cierto que luego se disculparon. El autor del insulto fue Rafael Garcerán que ni siquiera era falangista y al que Manuel Hedilla había acogido en Salamanca en septiembre del 36, tras huir de zona republicana, por haber sido pasante del bufete de José Antonio.
De por sí era bastante contradictorio el acusarle de ello al mismo tiempo que de dirigir Falange; de rodearse en calidad de asesores con el periodista Víctor de la Serna, el químico José Antonio Serrallach, el catedrático de Derecho Civil y uno de los fundadores de Falange Española Alfonso García Valdecasas, y de José Luis Escario, abogado e ingeniero de caminos así como profesor de la Escuela de Caminos; de mantener buenas relaciones con Franco; de convocar el IV Consejo Nacional, etc. En definitiva acusaban a Hedilla, y eso era lo que les dolía, de su éxito y, sobre todo, temían a ese futuro Consejo Nacional en el sentido de que era más que probable que Hedilla saliese elegido jefe, como así fue, y ellos quedaran en mayor o menor medida marginados.
La realidad es que el cada vez mayor conocimiento de ese periodo de la historia de España, el que va desde el 18 de julio del 36 al 19 de abril de 1937, está fulminando la teoría de la supuesta incapacidad de Hedilla, ya que ha quedado demostrado que de entre los falangistas que quedaron en zonal nacional al estallido de la guerra era el más preparado de todos, así como el único que se dio cuenta de lo que se avecinaba con la unificación ideando un plan B para amortiguar el que su implantación fuese en detrimento de Falange y lo falangista. O para que mediante una unificación voluntaria y previa con el carlismo quedase parcialmente desactivada.
Manuel Hedilla había estudiado el bachillerato en Bilbao, en el colegio de los Salesianos de Baracaldo y después se hizo maquinista naval en la Euskalduna de Bilbao, estudios que duraban cuatro años, dos de formación en tierra y dos de prácticas embarcado, equivaliendo, por buscar un símil a lo que en su día fue la Maestría Industrial. Evidentemente no era un intelectual pero de ahí a ser un indocumentado, acusación que le hicieron sus detractores, hay un largo trecho. Es más, cuando fue nombrado jefe de la Junta de Mando a propuesta de Agustín Aznar, lo fue por considerarle un hombre nada ambicioso, el más dotado entre ellos, y que había sido nombrado inspector nacional de la Falange por José Antonio. En definitiva un hombre con una gran capacidad organizativa y de gestión.
La unificación de todas las fuerzas políticas que operaban en la España nacional con la intención de evitar, en su caso, que esta independencia de partidos no fuese una especia de corrala en la que todos dispusiesen en detrimento de la marcha de la guerra, fue una idea de la que se empezó a hablar a partir de enero de 1937. En realidad los únicos que actuaban política y militarmente eran la Comunión Tradicionalista y Falange Española, pues el resto, Renovación Española, la CEDA de Gil Robles, el Partido Nacionalista Español del doctor Albiñana, etc., no tenían actividad y eran meros espectadores de lo que estaba ocurriendo. Y desde luego tanto carlistas como falangistas colaboraban lealmente en la marcha de la guerra, sin que sus actuaciones supusiesen ningún peligro la previsible victoria.
Es seguro que la idea surgiese del Cuartel General de Franco, que aunque nominalmente había sido nombrado jefe del Gobierno el 28 de septiembre del 36 por sus compañeros de armas, no ejercía totalmente el poder político y ni tan siquiera nombró su primer gobierno hasta enero de 1938. Lo primero que hubo en la España rebelde fue una Junta de Defensa presidida por el general Miguel Cabanellas, constituida en julio de 1936 por los militares rebeldes y en la que no estaba Franco, al que nombraron jefe de los sublevados en el frente sur, incorporándose después a la misma. Y posteriormente una Junta Técnica del Estado, creada por Franco a raíz de su nombramiento como jefe del Gobierno, que operaba a modo de gobierno nacional y que dirigió al momento de su creación el general Fidel Dávila.
Lo que Franco sí ejercía, aunque con reservas, era el poder militar incluido el de los requetés de la Comunión Tradicionalista y el de la Primera Línea de Falange Española, pues fueron militarizadas y puestas bajo el mando del general Monasterio en diciembre de 1936, no obstante los mandos militares de ambas milicias o eran carlistas o eran falangistas, conservando sus miembros emblemas y uniformidad y teniendo además dependencia organizativa, de reclutamiento y doctrinal por parte de sus respectivas organizaciones.
Pero Franco deseaba también para sí el poder político y para ello necesitaba tener bajo su control total tanto a Falange como al carlismo. Ni Manuel Hedilla ni la mayoría del falangismo eran contrarios a Franco, al que veían como el caudillo militar que llevaría a todos a la victoria, pero sin embargo desde el punto de vista político los falangistas querían salvaguardar la independencia y autonomía de Falange Española así como su futuro papel, que deseaban como principal y determinante, en la España que surgiese de la victoria. Franco no lo veía así.
Fueron dos las acciones políticas que emprendió Hedilla relativas al mantenimiento de la libertad de acción de Falange Española. Por un lado acercarse cada vez más a Franco con el objetivo de que cuando llegase la inevitable unificación y si fracasaba la unión voluntaria y temporal con el carlismo, la preponderancia de Falange Española estuviese garantizada. En ese sentido mantuvo una comunicación fluida y sincera con el generalísimo y se dedicó a la recluta de voluntarios para el frente poniéndolos a disposición de las autoridades militares aunque encuadrados en las milicias de Falange, sin que por ello dejase de proclamar y propagar el ideal revolucionario de José Antonio.
Por otro lado inició conversaciones con la Comunión Tradicionalista, llegando a tener hasta tres reuniones. Una primera en Lisboa, en la que fueron comisionados Pedro González Bueno y José Luis Escario para negociar con el carlismo en nombre de la organización. A la reunión se “coló” por su cuenta y riesgo y sin estar comisionado para ello el sevillano Sancho Dávila. Esto último no tuvo mayores consecuencias pero demuestra el nulo sometimiento a la disciplina falangista del personaje, que iba por libre y malmetiendo.
En esa reunión se alcanzó un preacuerdo pendiente de ratificación por parte de Falange Española. Las partes se comprometían a no admitir intervenciones de terceros en las relaciones entre ambos; a oponerse a cualquier gobierno civil que no esté formado por ellos; y a no aliarse con otras fuerzas políticas. El carlismo aceptaría el ideario político nacionalsindicalista y Falange la monarquía, sin embargo el principal escollo, que quedó pendiente, fue la figura del futuro rey, o don Juan de Borbón Battenberg, o el pretendiente carlista don Javier de Borbón Parma, siendo la postura de los carlistas irreductible respecto a la persona de don Javier de Borbón Parma.
Hubo otra segunda reunión en Salamanca en la que participó representando a Falange Víctor de la Serna. Fue preparatoria e indagatoria respecto a la tercera, que se llevó a cabo en Villarreal de Álava. A esta última asistió Hedilla en nombre de Falange, y representando al carlismo su secretario José María Lamamié de Clairac y José María Arauz de Robles, destacado miembro de la Junta de Guerra Carlista. En la reunión se ratificó el preacuerdo logrado en Lisboa, está claro que aceptando Falange a don Javier de Borbón como futuro rey, añadiendo dos puntos nuevos, primero el que la unificación fuese provisional, y segundo, para el caso de una unificación por decreto llevada a cabo por Franco, el no aceptar cargo alguno en la nueva organización resultante. Los carlistas manifestaron que el acuerdo tendría que ser ratificado por don Javier de Borbón y por don Manuel Fal Conde, jefe delegado de la Comunión Tradicionalista.
Y no pudo ser. Los acontecimientos se precipitaron por culpa de los sucesos de Salamanca, en donde como ya he dicho la indisciplina de un pequeño grupo de disidentes, ajenos a la realidad política de lo que estaba “cociendo” y movidos no se sabe por qué oscuros intereses, dieron al traste con aquella posibilidad de una Falange independiente y no domesticada. Ellos, los Aznar, Sancho Dávila, Pilar Primo de Rivera, Garcerán. etc., se dedicaron además a calificar a Hedilla de inútil y de entregar la Falange a Franco, cuando fueron ellos después los que se pusieron a las ordenes incondicionales del Caudillo.
Tampoco cuadra mucho el calificar a Hedilla como inepto si comprobamos su gestión al frente de Falange Española de las JONS hasta abril de 1937, tiempo que coincide con la de mayor crecimiento, expansión y poder de Falange Española.
Antes de la contienda Falange Española carecía de diputados y su militancia, aunque extraordinaria, era pequeña en número. Después se vio favorecida tras el fraudulento triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 y luego por el inicio de la guerra, ante el aluvión de nuevos afiliados que fue ingente. Y ello había que gestionarlo y el que lo hace, el que día a día le dio forma y contenido, fue Manuel Hedilla ayudado por sus más íntimos colaboradores.
Falange Española llegó a tener cerca de 80.000 voluntarios en el frente con unidades especialmente combativas como la Primera Bandera de Castilla, la Columna Sagardia y los Tercios catalanes Virgen de Montserrat, contando con dos academias militares de jefes de centuria, la de Salamanca y la de Sevilla. Una poderosísima segunda línea en la retaguardia organizando la vida política y social de todos los lugares que iban pasando a manos de los nacionales, y teniendo primero en Auxilio de Invierno y después Auxilio Social, bajo la dirección de Mercedes Sanz Bachiller y Javier Martínez de Bedoya, a la institución que se ocupaba de las necesidades de los más desfavorecidos.
Se creo el Servicio Exterior bajo la dirección del diplomático Felipe Ximénez de Sandoval, amigo personal y futuro biógrafo de José Antonio, que abrió representaciones en los países hispanos y también en Europa, dedicándose a la difusión y propaganda de las causa de la España nacional, creando grupos falangistas en el exterior y recaudando fondos para los rebeldes. Se organizó igualmente un Servicio de Información propio, a cuyo mando estaba el hoy olvidado capitán de Caballería José Chamorro, condenado a muerte tras los juicios de la unificación, luego indultado, y uno de los hombres que más sufrió en defensa de la primigenia y verdadera Falange Española de las JONS.
Y sobre todo se organizó la mayor red de prensa y propaganda de la zona nacional, dirigida por Vicente Cadenas y Vicente Gaceo del Pino, el pequeño y valeroso Gaceo como le llamaba José Antonio. El primero exiliado en Francia tras la unificación, el segundo condenado a muerte, luego indultado, y después voluntario en la División Azul en donde murió.
Arriba España de Pamplona, Lucha en Teruel, El Pueblo Gallego en Vigo, Arco en Orense, Sur en Málaga, Azul en Córdoba, Proa en León, La Falange en Las Palmas, Nación en Santa Cruz de Tenerife, FE en Sevilla, Patria en Granada, Odiel en Huelva, Afán en Palencia, Águilas en Teruel, Nacionalsindicalismo en Burgos, Imperio en Toledo, La Muralla en Trujillo, Victoria en Plasencia, Yugo y Flechas en Ávila, El Vanguardista en Palma de Mallorca, Haz en Antequera son cabeceras puestas en marcha por la prensa y propaganda falangista en aquel periodo, así como las revistas Fotos, Vértice, Flechas, y la revista doctrinal F.E., volviéndose a editar Libertad en Valladolid.
La nómina de escritores que trabajaban en la Delegación de Prensa y Propaganda tanto en calidad como en cantidad es incuestionable. Cito por ejemplo a Juan José López Ibor, Álvaro Cunqueiro, Rafael García Serrano, Antonio Tovar, Agustín de Foxá, Ignacio Agustí, Fermín Izurdiaga, Ángel María Pascual, Dionisio Ridruejo, Juan Beneyto, Luis Rosales, Eduardo Aunós, Felipe Vivanco, Federico de Urrutia, Paco “Citroën”, Paulino y Lorenzo Garagorri, Luis Casaus, Francisco Abad, Daniel Fombuena, Esteban Ribas, Sebastián Suvirón, Manuel Morán, Federico Alcázar, Gustavo Krukenberg, Luis Zulaica, etc.
La Delegación de Prensa y Propaganda llevó a cabo también un congreso en Salamanca los días 25, 26 y 27 de febrero de 1936. Allí se diseñó el proyecto de implantación de la prensa azul para todo el territorio nacional. Se aprobó la elaboración de un boletín oficial de la Falange en donde publicar ordenes, nombramientos, instrucciones, condecoraciones etc... Igualmente se decidió la elaboración de una revista quincenal de la Sección Femenina, así como semanarios gráficos y deportivos, también la puesta en marcha de una editorial y las secciones ⎼dentro de la Delegación⎼ de cine, radio y teatro. Por último se propuso, y aprobó, la creación de una escuela de prensa nacionalsindicalista con su plan de estudios incluido.
No está de más recordar todo esto primero por su veracidad y segundo para reivindicar un periodo de la historia de la Falange y un liderazgo, que para nada concuerda con esa falacia de la presunta ineptitud de Manuel Hedilla. Los hechos hablan por sí solos.
Si acaso cabe añadir de Manuel Hedilla que fue también un firme defensor, en público y en privado, de Cataluña y su lengua y así como de las Vascongadas, como partes inseparable de la unidad de España, haciéndolo a pesar de que en el transcurso de la guerra no estaba bien visto, como tampoco lo estaba el que se manifestase en contra de la represión prohibiendo a los falangistas su participación en actos de esa calaña, y por supuesto peor visto aun el que desde Falange se abogase por los derechos y conquistas sociales de los trabajadores anteriores a la guerra.
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