SEMBLANZAS
Los arrebatos místicos del comunista Balbontín
De joven, este poeta era católico, de comunión casi diaria, aunque nunca fue seminarista, como se ha dicho. De mayor tuvo una gran crisis de fe y acudió a teólogos que no lograron convencerle de que tuvieran razón, aunque nunca dudó de su honradez.
Llevo a Marx en el cerebro y a Cristo en el corazón
Revolviendo los papeles que uno, poco a poco, va acumulando encima de una mesa o en cualquier otro lugar de la casa, encontré una fotocopia de la revista El Pilar, de fecha 14 de octubre de 1922.
- En ella publicaba una hermosa poesía cantando estrofas al alma de Santa Teresa, patrona de la Sección Femenina fundada por José Antonio Primo de Rivera, el poeta comunista José Antonio Balbontín.
De joven, este poeta era católico, de comunión casi diaria, aunque nunca fue seminarista, como se ha dicho.
- Por aquel tiempo no tenía la más leve duda de que cada vez que ingería la hostia consagrada penetraba, no ya en su alma, sino también en su cuerpo toda la majestad del Dios; es decir, el Padre con todo su Poder, el Hijo con todo su Amor y el Espíritu Santo con toda su Sabiduría. Ya cuando hizo su primera comunión, compuso una décima devota a Jesús Sacramentado.
De mayor tuvo una gran crisis de fe y acudió a teólogos que no lograron convencerle de que tuvieran razón, aunque nunca dudó de su honradez.
- Los argumentos deístas de Santo Tomás de Aquino le parecieron insuficientes, como a Kant, y las intuiciones místicas de San Agustín, demasiado fantásticas porque no solamente no resolvieron sus problemas, sino que vinieron a complicarlos. Sin embargo, más adelante escribió que en plena lucha (simplemente retórica) por el comunismo marxista y ateo, el seguía amando a Cristo.
- Jamás aceptó el dogma comunista de que Jesucristo no ha existido nunca. Ha cambiado muchas veces —en su busca incesante de la verdad— sus concepciones religiosas, políticas y sociales; pero ha sido siempre cristiano porque no ha encontrado nunca, a lo largo de la Historia, un hombre más digno de veneración que Jesucristo. Y como, él mismo decía en uno de sus versos: Llevo a Marx en el cerebro y a Cristo en el corazón.
- Para cantar el alma mística de Santa Teresa, escribió estos hermosos versos dedicados a la santa de Ávila:
Toda eres alma, sublime Teresa!
¡Alma sedienta que sólo Dios sacia¡
Tienes los ojos henchidos de gracia,
plena de arrobo la boca de fresa,
toda tu carne trocada en pavesa
que se desprende del suelo que pisas ...
¡ Oh, cuál te inflama la luz que divisas,
alma anhelante de Santa Teresa!.
¡Toda eres alma, divina princesa
en el destierro del mundo encantada,
con el anhelo de ser libertada,
con la nostalgia de verse tan presa!...
¡Ah, la princesa del alma inflamada
que en el incendio de su misticismo
anardecía la tierra apagada,
y estremecía de amor el abismo
de la infinita quietud azulada!...
¡Oh, el misticismo de la alta prioresa
que en su inefable fulgencia nos baña
cuando del vuelo sublime regresa!....
¡Santo tu arrobo, que luego es hazaña,
porque te inunda de fe su promesa!
¡Eres lo mismo que el alma de España,
alma gloriosa de Santa Teresa!...
¡Alma riente de santa española!:
Desde la gloria feliz de tu trono,
¡mira a tu España tan triste, tan sola!
¡No la desprecies en este abandono
donde se muere sin luz su aureola!
¡Alma riente de santa española!:
¡Rompe las nieblas de nuestra cañada!
¡Mira cual duerme tu cuna avilesa
en la quietud de la patria amargada!
¡Oye cuál gime la tierra apagada,
lejos del cielo que ya no la besa!
¡¡Ven á inflamarnos en tu llamarada,
alma encendida de Santa Teresa!! ...
Hace tiempo, en el número 129 de la revista Historia, pude leer una carta que llevaba por título José Antonio, Azaña y Balbontín, firmada por Ernesto Sánchez García-Ascaso, que decía conservar un escrito de este abogado poeta que, metido en política llegó a ser parlamentario, en el que, entre otras cosas, manifestaba:
- «Fui un buen amigo de José Antonio Primo de Rivera. Él quería una reforma agraria mucho más radical que la mía, pero es claro que nadie le hizo caso. Discutí largamente con él, especialmente en la Sala de Togas de abogados de Madrid, sobre democracia, aristocracia y teocracia, pero nunca llegamos a un acuerdo. Durante nuestra deplorable guerra civil intervine personalmente en la gestión hecha para cambiar a José Antonio por el hijo de Largo Caballero; pero alguien, no sé quién, de la alta jerarquía franquista (subrayado en el original) se opuso a este intercambio».