SEMBLANZAS
Francisca Magdaleno de la Hoz.
Sé que me matarán, pero los perdono a todos. Mi muerte será una modesta contribución para el engrandecimiento patrio.
Artículo publicado en La Razón de la Proa (LRP) de noviembre de 2020, recuperado para ser nuevamente publicado en abril de 2023. Recibir el boletín de LRP.
Francisca Magdaleno de la Hoz. Una heroína de la Falange catalana
Hace escaso tiempo, con ocasión de una visita a la ciudad de Reus, durante la sobremesa de un ágape compartido con un grupo de veteranos camaradas del Frente de Juventudes del lugar, saqué a colación el nombre de Paquita Magdaleno y, cuál fue mi sorpresa cuando ninguno de los presentes tenía la más mínima referencia de la infortunada falangista. Está claro –pensé– que el transcurso del tiempo borra, de forma inmisericorde, todas las huellas del tránsito humano. Ya había llovido mucho desde aquel lejano mes de agosto de 1936.
Sin embargo, a pesar de la inmensa losa de silencio que hogaño sepulta tantos hechos nobles –o, mejor por esa razón– hoy traigo al conocimiento del amigo lector una extraordinaria página de heroísmo protagonizada por una joven y fervorosa falangista catalana.
Francisca o Paquita era natural de Reus, nacida el año 1914, hija de ferroviario y casada con un trabajador ferroviario, de cuyo matrimonio nació un niño, al que se le puso por nombre Santiago. Además de cuidar de su casa y su familia, Paquita trabajaba como dependienta y aún tenía tiempo para atender su afición a la filatelia [1] y la lectura. Nuestro camarada José Mª Fontana dice de ella: Con trenzas anudadas, muy morena, fue hermosísima. Era de un falangismo puro y con un inmenso valor personal, que ejerció un proselitismo incansable.
Historial de servicios
Según consta en documentación obtenida en diversos archivos y datos de publicaciones, Francisca era una entusiasta de las doctrinas de José Antonio, a quien, parece, conocía personalmente. Ese mismo entusiasmo la llevó a colaborar en la organización de Falange Española en Reus y en el resto de la provincia de Tarragona, dejando de lado, en muchas ocasiones, otros menesteres de carácter personal.
Paquita accedió al puesto de secretaria de la primera Junta de la Falange de Reus en 1935. Animaba constantemente a sus camaradas que, en ocasiones, por su ideario y actividades, eran detenidos o encarcelados. Durante las elecciones del 16 de febrero de 1936, se distinguió por su intensa dedicación al servicio, sin reparar en tiempo y esfuerzo.
También participó, de una manera muy directa, en la difusión de las publicaciones falangistas, especialmente el periódico FE, el cual, gracias a sus notables dotes de organización y ayudada por un grupo de camaradas, era ampliamente difundido. Incluso, dada la precariedad de medios, en aquellos difíciles momentos, nuestra camarada ofreció su casa para la celebración de las necesarias reuniones y, de hecho, convirtió su propio domicilio en sede del movimiento falangista, donde se organizaba la propaganda para ser distribuida, sobre todo entre aquellos que sintiéndose españoles se mantenían, sin embargo, pasivos ante los graves acontecimientos que se avecinaban.
Ella estimaba que había que sensibilizar a los que parecían olvidar el caos en que se encontraba España y en ello puso todo su empeño.
El Alzamiento, la cárcel y el martirio.
A partir del momento en que estalló el Alzamiento Nacional, nuestra heroína redobló sus esfuerzos en el servicio y enardecía los ánimos de los camaradas y patriotas y les decía que, si caían, era por Dios y por España. Pero su actividad en esos trágicos momentos duró poco tiempo. Pronto fue detenida y encarcelada, sufriendo interrogatorios para que delatase a los que pertenecían a Falange. Con entereza, asumió para ella toda la responsabilidad, respondiendo que la Falange estaba resumida en su persona, y de sus labios no salió nunca acusación para nadie, aun sabiendo que con ello comprometía su vida. Cuando los dirigentes rojo-separatistas agotaron todos los medios para obtener de esta mártir información de alguna clase, la encarcelaron el 15 de agosto de 1936. Durante una visita de sus seres queridos les dijo:
Sé que me matarán, pero los perdono a todos. Mi muerte será una modesta contribución para el engrandecimiento patrio. Besaba las manitas de su hijo y éste preguntaba: ¿Cuándo vendrás a casa…?
El día 24 del citado mes y año, le comunicaron que sería trasladada a Tarragona. Ella sabía lo que esta frase quería decir: sería llevada por cualquier carretera para asesinarla. Al acudir dicho día sus familiares, no les dio a entender la inmensa tragedia que se avecinaba; al contrario, pidió un peluquero para que le arreglase el cabello, diciendo: cuando salga quiero salir hermosa, como así quiero a nuestra España. Les despidió después de besarles y abrazarles, brazo en alto y al grito de ¡Arriba España!
A las primeras horas de la tarde se presentaron los dirigentes rojos y trataron, por última vez, de sacar alguna información de ella, contestando:
Haced de mí lo que queráis, pero no entraréis en Zaragoza, porque la Virgen del Pilar nos ampara y con su protección los soldados de España triunfarán sobre vosotros, que sois la maldad y el crimen, pero yo os perdono.
Acto seguido, fue subida de una manera violenta en un coche, al cual también accedieron dos individuos; en otro automóvil subieron otros tres sujetos armados, y los dos vehículos tomaron la carretera de Tarragona; siguieron por ella y, cerca de la capital, dieron la vuelta y, a un kilómetro aproximadamente del cruce de la carretera de Constantí, los coches se detuvieron [2]. Los dirigentes se apearon y ordenaron a los conductores que dieran la vuelta y se esperasen.
Se adentraron un poco en el campo y dijeron a Francisca que caminase. Ella les contestó que lo único que les pedía era morir como una digna española y que estas morían de cara. Con su mano izquierda acarició las medallas que siempre llevaba al cuello y cuando vio que le apuntaban levantó el brazo derecho y el grito de ¡Arriba España! se confundió con la descarga de los asesinos [3].
Algunos rasgos y perfil de nuestra heroína
Por medio de lecturas hemos podido conocer algunos rasgos que, a no dudar, pueden servir para entender mejor la personalidad y el temperamento de Paquita.
Nuestra heroína destacaba por su inquietud cultural y, especialmente, por su vocación de servicio, que se puso en evidencia en múltiples ocasiones, de una manera clara cuando se le encomendó la organización de la Falange de Tarragona. Paquita nunca ocultó su condición de falangista y, a pesar del riesgo que ello comportaba en aquellos exaltados tiempos, siempre llevaba sobre la solapa de su abrigo el emblema del yugo y las flechas y saludaba brazo en alto a sus camaradas, en cualquier lugar y circunstancia.
Afirman, quienes la conocieron, que no tuvo nunca miedo a la muerte. Ella, junto con su grupo de camaradas, se dedicaba a repartir, en la calle, el periódico Arriba, durante la campaña electoral de febrero de 1936. Incluso, como se ha dicho, instaló en su propia casa la sede de la Falange de Reus.
Otro aspecto que no hay que soslayar es su acendrada religiosidad, puesta de manifiesto en múltiples ocasiones y, de modo especial, durante su cautiverio y en el momento de su muerte, perdonando, como hacían los mártires, a quienes la asesinaban.
Llegada la paz
Como es lógico y natural, después de la guerra, cuando se vivieron aquellos momentos exultantes de fervor patriótico, muchos reusenses se acordaron de Paquita Magdaleno y de su muerte ejemplar. El Movimiento (FET y de las JONS) tuvo en cuenta el sacrificio de la joven caída y, en premio a la inmolación de su vida en acto de servicio, le concedió la “Y” de Oro individual, la más alta condecoración de la Sección Femenina.
También, la citada Institución, en 1942, creó un campamento para niñas, en la playa granadina de Almuñécar, que llevaba su nombre.
En su honor la Diputación Provincial de Tarragona instituyó un premio destinado a la provincia que destacara en la labor de Cátedras Ambulantes de la Sección Femenina y, en su Reus natal se le dio su nombre a una calle.
También, durante muchos años estuvo expuesto su retrato, en miniatura, en el Museo del Ejército de Madrid, junto a otras heroínas de la Falange.
Sin embargo, quizás el acto más importante y popular de los realizados en memoria de nuestra heroína fue el promovido por el entonces jefe provincial de FET y de las JONS, José Mª Fontana, el 29 de octubre de 1940, cuando los restos inhumados de Francisca fueron llevados a hombros por los camaradas de la Vieja Guardia, desde la plaza José Antonio hasta el cementerio, donde se le enterró solemnemente.
Este acontecimiento, por su naturaleza eminentemente emotiva, congregó una masiva participación de personas de su ciudad natal, presidiendo el acto su propio hijo Santiago, un niño uniformado de flecha, escoltado por las primeras autoridades provinciales y locales, que lucía en su pecho la “Y” de Oro de su madre.
[1] – Participó en la Exposición Nacional Filatélica organizada por el Centro Cultural de Reus, el mes de enero de 1935, obteniendo una medalla de plata “por su interesante colección de Suiza y Alemania” (ABC 17-03.35).
[2] – Durante el trayecto y según confesiones del chofer conductor, decía: Ruego a Dios que me perdone a mí y a los que me llevan a la muerte, mi único deseo es que España y la Falange triunfen.
[3] – Esta narración ha sido extraída de la documentación obrante en los correspondientes archivos oficiales.